domingo, 2 de enero de 2022

nuestros corazones

 Un pequeño velo de piel separa nuestros latidos.

Desde hace un año ese motorcito a estrenar se junta al mío en un vaivén que él lo lleva a un mundo de fantasías alocadas de lo que coleccionó durante el día, un rayito de sol, el olor de mamá, los ojos de papá, un peludo gato, dos maderitas chocando o el suave tacto de una mantita de nubes. Él comienza a respirar profundo y ya sé que lo tengo en el saco. Él comienza a soñar algo irrepetible que en unos años me va a preguntar a dónde fue a parar, tranquilos, estoy preparado para darle respuesta a cada inquisidora angustia existencial que se le presente, asombrosos descubrimientos que querrá saber su origen y paradero. Estoy cualificado para hablar mucho y de todo.

Él se pone cómodo, por mi parte, mi viejo bombeador se pone en una marcha de travesía, la misión está controlada, como la respiración y mis latidos. Estos "animalitos" son muy bichos, y te calan al toque si demostrás debilidad. Ahora soy yo el que sueña despierto, el que disfruta de la música seleccionada para rendir y acompañar a este tipito que solo necesita esto, hoy y ahora. En eso, lo veo caminar, lo veo en el mar, lo veo reír, lo veo dándome la mano para siempre.

El resistente velo de piel y huesos que separaba nuestros corazones hoy se abrió un poco más para darle cabida en forma de nido a nuestro hijo, palabra grande por donde se la mire. No es que se juntaran mucho durante la mayor parte del día en la parte física, pero desde hace años tenemos nuestro destino fundido a fuego, y sabemos que son esas mismas llamas las que nos mantienen unidos, nos mantienen a flote, y cobijados.

Hoy nuestros motores van a mil y se cansan mucho, mucho más allá de lo soñado, pero nunca hubieran soñado, ni en un millón de galaxias de coincidencias, que iba a salir a este precioso niño que hoy nos cambió la vida, por completo, pero con todo el amplío sentido de la palabra. Teníamos una, y ahora nos dieron otra. Sin devolución. Esto no es Amazon, este es el desafío más grande que vamos a tener, hoy, ahora y para siempre.

Relegamos el tacto de la piel que separa nuestros corazones por un tiempo, por un rato, pero con las copas en alto chocando en el deseo, en el deseo que nuestros deseos se sigan cumpliendo y que nunca nos falte deseo.

La fina y lejana capa que cubre nuestros corazones se volvieron a acercar. Este año, durante todo el año. Pero durante un mes de ese año, mientras yo seguía en esta aventura dificultosa y preciosa de ser padre, vos venías a hacerte presente en mi mundo. Ser hermanos y estar separados durante tanto tiempo es realmente algo doloroso, el no estar con ese, con el que te podés pelear y mirarte a los ojos sabiendo que mañana va a seguir estando y para siempre, es jodido. El escucharnos menos de lo que quisiéramos, con todo lo que tenemos para contarnos, es un despropósito. El no estar con ese único ser con el que compartís la suerte de los mismos padres, es algo que solo una despedida calurosa y llorada en un fresco aeropuerto puede explicar. Suerte de haber sentido tu fuerte galopar en mi pecho.

El finito hilo que une nuestros corazones, casi invisible pero invencible, este año se vio en jaque. La malas comunicaciones o destiempo. Las video llamadas con retraso o mala calidad, mientras de un lado vos en realidad me esperabas para comer ese plato que ibas preparando en otro plano, y yo solo quería entregarte algo de lo que más me ha emocionado en plano secuencia en mi vida. Esa cosita luminosa y llena de energía que pide más de la mía, y que va a lograr que sea aún mejor persona, aún más de como me hiciste. Pero por otro lado te sentí calma durante todo el año. En busca de una paz, detrás de una luz que por momentos viajaba por los cables y me volvía a llenar.

El rudo escudo que separa nuestros tiernos corazones, tanto el tuyo como el mío, se vieron vencidos cada vez que nuestros latidos los atravesaban, y los latidos se aceleraban al ver tu sonrisa de niño con juguete nuevo debajo de ese poblado bigote. Y en tu caso, al ver a ese que va a continuar con esta saga de locos, verborrágicos, pensantes, exiliados de algo, ligados a los trapos, orgullosos de tenernos, emocionados de leernos, extrañadores por antonomasia, rodeadores por gusto, roedores del gusto. Tu lápiz siempre va garabatear tus frases en mi cabeza para llegar a mi alma, diciéndome algo, con la hermosura de su dibujo. Para siempre, me parece mucho tiempo, pero a su vez poco, y cada vez menos.

Este 31 de diciembre muchos cumplimos un año. Varias tías, 4 abuelos, un padre, una madre y un hijo. Y todos por primera vez.

Este 31 de diciembre él no entendió nada, pero no guardará rencor. Sonrió como siempre, durmió poco como acostumbra, pero por momentos en el pecho de su mamá, por momentos en mis brazos. Comió, lo que quiso, pero siempre alguna novedad, salió al sol, salió a darlo todo con su gateo incesante, con su mirada llena de futuro.

Este 31 de diciembre las uvas volvieron a ser raras.

Este 31 de diciembre las emociones llevaron a acelerar muchos corazones, pero sobre todo uno, el de mi madre, y yo lo sentí, muy fuerte y profundo en el mío.

El 31 de diciembre del año pasado no me permití llorar todo lo que quería al ver mi sueño hecho realidad, al ver a mi mujer amada, mansa tras el cansancio que la llevo a dar a luz a mi niño. Lloré lo justo y necesario que necesitaba para descomprimir el pecho y que mi corazón le hiciera un lugar a ese nuevo corazoncito.

Hoy por fin puedo llorar a placer de saber que las cosas me siguen doliendo, de reconocer que fue un año muy duro, de que la felicidad además de ser efímera, a veces pincha, pero sobre todo por ver lo fino y delicado que ese músculo que no para de sentir, que no parar de mandar sangre para seguir exponiendo mis ideas en una superficie, y que no para de pensar que lo que más quiero hoy en este mundo es ir a darte la mano.