viernes, 18 de octubre de 2024

That´s Life

 

"Vida" de Sui Generis lo compré en  Melodías, una de las disquerías que más me gustaba de la galería, quizás no era la más grande, pero era bastante variada y el chico de la tienda no era como los otros, este ya tenía el pelo largo, unos rulos increíbles, el típico chalequito a rombos en la parte delantera mientras que en la espalda dominaba un marrón tan repetido por esos tiempos en todo tipo de prenda. Pero su camisa, de mangas cortas, era fucsia y dejaba al descubierto sus poblados brazos.  Sus pantalones eran largos y acampanados, amarillos cremita. Un atrevido.

No sé porqué por esos tiempos se llamaba Charlie, pero era algo global, sin conocer el mundo como se conoce hoy, en las películas de guerra que daban en el Lumière, entre yanquis nombraban al enemigo "Charlie", al menos así salía escrito en los subtítulos. Puede que, por aquella época, el hoy Charly García, se sintiera enemigo de alguien o algo, puede que luego con los siguientes discos o pasos nos acercara a la certeza. De Nito no hay mucho que decir, por aquel entonces se repartían a las groupies en igual proporción.

La cubierta venía con un bolsa plástica a medida del sello Microfon. antes de salir también me lo enfundó con una bolsa resistente con el logo del local. "Cuidalo pebeta" me dijo, y agregó "es una joya". No me quedé a abrirlo ahí, ni en la plaza San Martín, a dónde a veces nos hacíamos la chupina, ni en el colectivo, la E, que por aquellos tiempos nos dejaba bastante cerca del barrio Celedonio Escalada, más vulgarmente conocido como "La Florida". Un barrio verde, frondoso, lleno de flores, de veredas enormes, arboles altos tales como Eucaliptos o plataneros casi jurásicos, al que no le faltaban los palos borrachos  que más de alguna pelota se cobraban cada tarde cuando los pibes salían con sus Sacachispas. Caminar por aquel boulevard no sabiendo que debajo de mi brazo, pegado a mi carpeta de dos anillas, llevaba la música que me iba a cambiar la vida, de verdad, y para siempre, hoy me hace aún cosquillas.

Llegué a casa, pase por el costado del local, el viejo estaba cerrando. Por la tarde solo lo atendería Elena. Abrí la puerta, y la parra, junto con el potus de hojas gigantes me cubrían de un sol que nada sabía de primaveras a esa hora, más bien de la siguiente parada, la próxima estación. Recorrí el fresco pasillo natural hasta mi cuarto, aunque el combinado estaba en el living, yo quería estrenarlo en aquella maletita mágica. Sin sacarme la pollera, ni la camisa blanca y su chaleco azul que concluía el uniforme del Normal, enchufé esa maravilla de la ingeniería. Turquesa reluciente, con textura que simulaba cuero, Winco. El plato estaba listo.

Saqué el disco de la bolsa, le retiré el plástico protector, y lo abrí, si, era una cubierta doble, hoy le llaman gatefold, no me acuerdo como le decíamos nosotros. Ese olor a cartón, tinta fresca y vinilo recién sacado del horno era algo que llevaba la dopamina a dispararse. En el interior las caras del dúo enfrentadas. Hablando de horno, papá ya entraba por la puerta, aún con el gorrito blanco puesto y lleno de harina. Elena hacía una hora que había llegado de dar clases en el colegio inglés, y ya tenía nuestro menú en la mesa, una ensalada de tomate y crujiente lechuga, cebolla (pasada por agua antes, para sacarle esa acidez, aunque a mí, me repetía igual) sal, aceite y vinagre puestos como sin ganas pero con una precisión de cirujano. Rosbif, que le había enseñado Amparo a hacerlo, y unas papitas noisettes, si, en una hora. Tomás, obviamente, traía el pan. Hay cosas que te marcan en la vida, y es por eso que recuerdo que eran miñones, una, porque eran los preferidos de papá a la hora de acompañar una ensalada y sucar en la bandeja al acabar, y otra, porque no podía creer que hace instantes, había escuchado "Canción para mi muerte" -Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad...-. Qué locura lo que había escrito ese chico de lentes.

Le seguía "Necesito". -Necesito alguien que me emparche un poco y que limpie mi cabeza, que cocine guisos de madre, postres de abuela...- Y ahí estaba yo, embobada, con el tenedor jugando entre el plato y la boca y la vista puesta en un punto fijo sin concretar, pensando en mi abuela y lo poco que la había tenido, en lo fuerte que me agarraba la mano al cruzar la calle y en su pudding, de pan, en casa de herrero cuchillo de palo y en casa de panadero, pan. Esa palabra moderna: reciclar, se hacía por inercia, resultado de ello, por nombrar algunos: pan rallado, pudding y rebanadas de pan duro para ahogar en huevo, freír y espolvorear con canela. Torrijas. Otra receta "Made in Spain" que hasta mis hijos en plena inflación, con Alfonsín, tuvieron que catar más veces de las que me hubiera gustado, pero eso es otra historia, o la misma.

"Mi casa, mi padre y Jesús" rezaba "Dime quién me lo robó". Y yo estaba ahí, en mi casa con mi padre y esa cruz de madera arriba del televisor. Un Motorola que seguramente costó muchos madrugones, muchas varillitas y espigas. Pero ya sabemos que "al que madruga Dios le ayuda", y ahí estaba su hijo, clavado, arriba de la bondad que su padre había tenido con el mío.

En una primera escucha, mi cabeza se había quedado girando sobre aquel disco, sin querer estaba fregando los platos, sin distinguir lo amargo y dulce del caramelo de aquel flan que me acababa de comer sin recordar. Se había desvanecido, pero no la letra de "Estación". ¿Qué quería decir García con: que volaba cuando estaba en algún sueño, para despertarse dentro de su dueño. Esa chica (pensaba que era una) ¿no era feliz con su pareja? Di vuelta la cabeza y estaba el vestido florido de Elena sirviéndole un café a los blancos pantalones Ombú. Otra de aquellas contradicciones, tomar ese brebaje antes de la siesta. Yo solo pensaba en poner la cara B del álbum antes de que venga Mabel, pero el de geografía nos había dado tarea, a menos de un mes de acabar las clases, el señor Garrido no bajaba la guardia, nunca.

"Toma Dos Blues" acababa dándome la explicación del nombre del grupo. En ese final, el tema decía y repetía "Estoy con vos", eran de nuestra generación o especie, no nos iban a dejar y nos lo confesaban a los cuatro vientos. En ese low tempo que bien podría recorrer de Mississippi a New Orleans. Pero qué sonidos tan etéreos y espectrales para despedir una cara A maravillosa.

Mabel y Piero tocaron el timbre, sin apretarlo mucho para que suene menos. Ellos eran vecinos de la otra cuadra, compartían medianera. Y por la parte atrás, unos higos de envidia. Entraron haciendo silencio, como cada tarde que venían, por aquello de no despertar a papá. Entraron en mi habitación, ella fue directa al grano, y agarró esa portada color bordó con fuerza y emoción. Miró cada ladrillo que rodeaba a la pareja y se quedó perpleja con el efecto de la contratapa, esa yuxtaposición de la sonrisa de Carlos Alberto García Moreno con las terrazas de aquellos edificios mientras sus ojos flotaban en el cielo. Mestre perdía su mirada en un horizonte que no nos revelan. Piero se tiró en la alfombra sin preocuparle nada y puso el disco desde cero. Me volví a emocionar con la primera, que le dio paso a las otras, pero en las otras solo me detuve a congelar el momento. Ver las caras de mis amigos tan sorprendidos como yo un par de horas antes, solo dejando escapar un "fua" en los cortos silencios que ponen en blanco el cerebro por segundos, no tenía precio.

Acabó el primer lado y nos dimos un tiempo para comentarlo. Concluimos que si acababa ahí, ya nos dábamos por satisfechos.

Dimos vuelta el disco y al terminar "Natalio Ruíz, el hombrecito de traje gris" tuvimos que levantar la púa, no podíamos parar de comentarla, eran tiempos en que el color, desde Paris, o Woodstock, no paraba de brotar, el clima en el país después de la masacre de Trelew era muy raro, no se sabía si íbamos a salir, si al fin los militares iban a claudicar, si volvía Perón o qué. Se atisbaba la democracia, pero no llegaba. Nosotros teníamos 16 en aquel entonces, pero 3 años atrás no pudimos ser ajenos al Rosariazo, hacía poco que estábamos en la secundaria, muchos cambios, pero muchas injusticias, y aunque muchas de nuestras familias eran "la familia tipo argentina", la que celebraba cada junta militar de tenerla a su merced, muchos de nosotros, al salir del nido y juntarnos con otros, íbamos viendo que había otra realidad.

Bajamos la aguja nuevamente y pum, "Mariel y el Capitán". Yo me llamo Maria Elena, Piero que era un adelantado me llamaba Helen, y Mabel, Mari. Pero al sonar ese tema, como si de una cajita musical se tratara, sale la voz ronca de Nito, no acorde a su juventud, esos chicos no eran acordes a ese espacio tiempo, por suerte y gracias a Dios. Piero de un salto, que dejó ver su ombligo de lo corta que usaba las remeras, grito con ese ademán tan de él:"Mariel!!! te la hicieron para vos, loca!" Probablemente desde ese día me llamo Mariel, probablemente desde ese día, subliminarmente, metieron en mi subconsciente que iba a tener que preparar ese té con limón a mi Capitán, y probablemente, ese capitán fuera un par de años más tarde Erverto. Suerte que la historia no acaba tan trágica como la de la canción y hoy estamos los dos, uno para el otro.

Hoy escucho "Amigo vuelve a casa pronto" y una sensación sube automáticamente hasta la garganta, para atar un nudo. Acá tengo que hacer un breve inciso y explicarlo. Piero Testonini* era hijo de la Yana y Antonio. Se contaba en el barrio que la Yana era un minón, una cantante de varieté, aunque muchos creían que su profesión era algo más subido de tono. Se sabe que se conocieron en el transatlántico que los dejó en Buenos Aires, antes de que les rompieran sus nombres y apellidos en la aduana vieja de la misma ciudad. Cayeron sin contacto alguno. Se dirigieron a La Boca gracias a la recomendación de otro tano, y allí un pequeño gueto les indicó que la mejor elección para aquel entonces, era venir a Rosario, donde había muchos italianos, pero donde se esperaba que la ciudad creciera exponencialmente, mucho más que otras del interior. Buenos Aires, por aquel entonces se estaba poniendo brava de tantos inmigrantes que llegaban de cualquier parte del mundo, sobre todo, la vieja Europa, tan atemorizada con la Gran Guerra y otras guerras. Piero nació a orillas del Paraná, Antonio, que había sido marinero, se ganaba la vida como mecánico y la Yana como peluquera. Siempre supimos que Piero era especial, desde la primaria en la Ovidio Lagos. Sufrió mucho acoso por su forma de desenvolverse. Y solo, con nosotras era realmente libre, realmente él (o "ella", como le gustaba decirse siempre entre risas y un carisma apabullante). No me puedo acordar cómo recepcionamos aquel tema aquel día, quizás no nos hacíamos falta como más adelante sí.

Quizás porque. Y quizás porque toda esta música se metió en mi cabeza. Y quizás porque todas estas letras y las de otros. Y quizás porque el amor. Y quizás porque la juventud. Y quizás porque el sol. Quizás porque la noche aquella en aquella pizzería. Quizás porque los militares. Quizás porque la política. Quizás porque muchas cosas, pero conocí unos años más tarde a Erverto, él era (es, y lo será) mayor que yo, él tenía un halo progre que no era fingido, él llevaba barba, fumaba rubios sin filtro, siempre un libro en la cartera de piel, siempre una flor en la servilleta, siempre palabras, si venía el silencio era por sus besos, o porque cerca había un patrullero, pero lo conocí, viví por poco tiempo una película del mejor cine noir francés y con menos de 20 años estaba mirando por la ventanilla de un Boeing 747 como se hacía cada vez más pequeño el continente americano. En España, "Quizás porque" me seguía a cada rato. Cuando sin que nadie lo viera a él, se le cayera una alhaja del rastro en su bolsillo y apareciera más tarde en mi oreja, o cuando el frío no dejaba de seguirnos y su barba hacía de boina a mi cabeza hundida en su pecho. Llegamos a Barcelona y nuestra suerte cambió, ya no era tan sórdida como la capital, aunque llegamos un mes después de que "el cabrón" muriera, por Madrid seguía muy tibio. En cambio, en la ciudad condal, el mar ampliaba el horizonte hasta el infinito. Al final de las ramblas (si las habré caminado, llorado y disfrutado) está la estatua de Cristóbal Colón, y con su dedo señala para allá, para América, Argentina, Rosario, casa. Y si mirás para la montaña, en cualquier punto de la ciudad, siempre vas a encontrar esa casita blanca reinando Collserola. El Tibidabo y ese Jesucristo de brazos abiertos que omnipresente gobierna la ciudad y nunca la abandona, excepto que haya mucha niebla, o smog en su momento.

Pasaron muchas cosas en 5 años, tantas que pareció una vida, y en 1980 aunque seguían los militares, volví a Rosario. Ahí estaban ellos, Mabel y Piero, firmes en el aeropuerto de Fisherton, después de que mi vuelo haya empezado casi 48 horas antes en el Prat. Mis viejos siempre fueron grandes, me tuvieron con 45, así que para entonces cargaban con 69, y con algún que otro problema de salud. Por supuesto que la panadería ya había cerrado, y gozaban de buenas jubilaciones. Mis amigos me dejaron en casa, era otoño y el patio no lucía ni tan verde ni tan frondoso. En realidad, desde que llegué a Ezeiza y nos dirigimos con más pasajeros al Jorge Newbery para hacer trasbordos hacía otros destinos del interior, todo me parecía más gris, más medido, y me pareció lo mismo en el aeropuerto de Rosario donde no fueron ni fogosos ni muy expresivos los abrazos de Mabel y Piero. Quizás porque.

Luego quizás todo me cerró. Cuando entré al comedor, ahí seguía firme el combinado, lo acaricié a la pasada al entrar, más tarde me pondría a recordar buenos momentos (o eso pensaba yo). Luego de una siesta que me dejó trastocada, sin saber dónde estaba, fui al living y ahí estaba Elena, siempre con un vestido que le cubriera las rodillas, y mi viejo, igual de alto y fornido, cubierto de canas, y según él, también de dolores. Tomamos el té con galletitas de su factura, y luego de un buen y grato rato en que nos pusimos al día, ellos volvieron a los quehaceres diarios, como si yo no estuviera ahí, como si no pudieran traspasar por sus sentimientos y abrazarme otro rato, por los momentos que no vivimos. Así que me acerqué a los bafles del tocadiscos, arriba de ellos estaba la colección de discos, sinceramente no miré todos, vi muchos de Anibal Troilo y Carlos Gardel, los de los Carpenters seguían allí, pero no veía a "Vida" de Sui Generis, si "Pequeñas anécdotas sobre las instituciones" de ellos y si a la negra Sosa. Cuando le pregunté a Elena por el disco, se volvió a sentar, planchó la tela de su vestido sobre sus muslos, se colocó los lentes con el índice hacía atrás, y me explicó de manera muy didáctica lo que había pasado al irme, al irnos. Allá por el 75, la "Triple A" ya estaba haciendo de las suyas, de hecho, en la famosa época del "algo habrán hecho", nosotros tuvimos que simular un picnic en el Balneario La Florida, en pleno invierno, y con la canasta llena de panfletos y libros con los que te podías quedar pegado. Así que me imaginé que podía venir por ahí, y así fue, cualquier cosa que ellos captaran, ellos mis padres, con más de 65 años, que pudiera "desordenar el orden público", se lo quitaron de encima. No quise saber más de su paradero. No quise saber o recordar cuántos otros habían caído en la volteada, me alegró saber que, como la cubierta del mencionado "Pequeñas..." es de dibujitos, pasó el radar de mamá sin que se diera cuenta. Antes de volverme a Barcelona (que ya extrañaba sin haber estado muchas horas en mi país) lo guardé.

Durante unos pocos días hice ese ejercicio de rigor de quedar con mucha gente a la que saludas, ellos piensan en la bienvenida y uno, en la despedida, porque no sabes si los volverás a ver esos días, y tampoco sabes a ciencia cierta si los volverás a ver algún día.

Volví, y tuvimos a Julián. Ese sería el resumen.

Lo extenso sería contar que no podíamos "quedarnos" embarazados. Que mi padre decía estar más enfermo, que antes de que llegara nuestro deseado hijo, planificamos para que venga alguno de los futuros abuelos, y por una cosa u otra, cayó Elena. Para los anales queda aquel frío enero, en tierras lejanas, y su cumpleaños número 70, los 4, solos en el apartamento de calle Asturias.

"Quizás porque" era el preámbulo que sonaba en mis noches de vigilia cuando el nuevo integrante de la familia no podía dormir, y luego, en el mismo orden que en el disco, venía "Cuando comenzamos a nacer". Qué bella melodía. arranca como con una quena, con un sonido andino, como algo que va a ser triste, que finalmente, lo es. Pero Julián no iba a saber el contenido de la letra, si no, que su mamá le estaba transfiriendo una preciosa armonía, y a veces funcionaba, y si no, venía alguna de la gran María Elena Walsh (Mariel para los amigos?).

Mamá se volvió a los meses de tener a nuestro primer hijo, un tiempo más tarde nos dijeron que mi padre no iba a durar mucho más. Ordenamos las cosas, el corazón y la cabeza como una más de ellas, arreglamos la salida, cortamos los flecos que podían quedar sueltos y nos fuimos. Nos había costado mucho establecernos, conseguir los papeles, mantenernos, no bajar los brazos, que no nos carcoma la nostalgia, llegar al negocio propio, mudarnos a la casa deseada, hacer pie. Pero quizás por esa razón, y definitivamente por otra, nos fuimos para quedarnos, para nunca más volver (o si).

La democracia llegó en 1983 y nosotros con ella. Erverto, yo y el "galleguito carasucia" como le decía Lino, su abuelo, padre de Erverto, que fallecería en 1985 luego de una larga enfermedad y por orgullo, el de no querer que le cortaran una pierna. De a poco fue acercando la lápida de él mismo a su cabeza. Arminda, su mujer quedaba desarmada, nosotros también, pero mi papá mejoraba, y ya no fue esa la razón por la que quedarnos, si no por una larga lista, en la que se encontraba que, Erverto por fin se volvía, justamente, a encontrar, con su ciudad, con sus hermanos, con su madre y ya no con su padre. Así que decidió hacer su carrera, Psicología. La terminó a la vez que venía Mara, nuestra segunda hija (y última). Larga ya no era la lista, sino la distancia que tenía el charco, y cortos quedaron nuestros ahorros. Una inflación primero, y una hiperinflación a finales de los 80 nos dejaron destrozados, pidiendo la caja PAN, yendo a buscar un pedazo de carne en bicicleta unos 5 kilómetros por lo que antes te hacías un asado completito pan y vino para todos. Remendando la ropa heredada. Haciendo aquellas torrijas.

Hoy se recuerdan los 80 con una nostalgia que yo no entiendo, yo tengo nostalgia del final de los 60, principio de los 70, de aquel tocadiscos y de mis amigos, de jugar en libertad y de ver la alacena llena de latas de conserva, muchos paquetes de azúcar, botellas en la vitrina, y una heladera llena. A finales de los 80, Elena enfermó, ella no se enteró, todos nosotros sí. Mi papá lloraba por los rincones, Mara lloraba en el canasto, y yo lloraba mientras limpiaba a mi madre, que ahora tomaba el rol de hija. Poco a poco fui creciendo y mis fábulas de amor se fueron desvaneciendo como pompas de jabón.

En 1990, lo que quedaba de Elena, nos dejó.

Julián también fue creciendo, estudió en la misma primaria que yo, hizo amigos, y se le veía feliz. Incluso Mara estudió allí, aunque todo lo costó un poco más. Erverto ya era colegiado y se montó un consultorio en la antigua panadería de mi padre. Tomás, cuando salía a la vereda, para los vecinos, era el mismo tipo esbelto y bien peinado de siempre (porque conservó todo su pelo hasta el último día), en cambio para nosotros comenzaba otra batalla, la de un padre que le teme a la muerte, que no soporta el dolor de las enfermedades que le empiezan a salir, y que por sobre todas las cosas, extrañaba horrores a su compañera de vida. Es horrible ver llorar a tus padres.

Antonio lo venía a visitar, pero cada vez estaba más flaquito, Piero, su hijo, mi amigo, ya no era el de antes, los 80 para él fue un despertar, una explosión, una experiencia enorme y, peligrosa. Viajó, se enamoró de playas, mujeres, camisas, hombres, drogas, ciudades del viejo continente, música. Y para cuando dejó de girar, se miró al espejo y cuando se encontró, no solo se vio a él, si no también unas horribles marcas, laceraciones, lunares en la piel que nunca había tenido. Perdió la cordura que venía perdiendo, por completo, enfermó, se disolvió como sal en el mar. Si el SIDA pudo con Freddie Mercury, también pudo con él, y también con el pobre Antonio, aquel marinero fuerte de la armada del Ducce. Sucumbió a la sexualidad de su hijo, a su enfermedad y a su cura sin remedio, y una vez se apagó la luz de los ojos de Piero, el se entregó a las aguas de la desconocida y hermosa muerte, que a todos nos llega.

Para 1995 Central salió campeón internacional de la Copa Conmebol, Julián se escapó para ir al Gigante, y a dos cuadras de ahí se encontraba ya internado Tomás Dionisio, este hijo de Zeus, dios del vino y el exceso, ese día volaba entre los gritos de la muchedumbre y una morfina que ya nunca más lo abandonó, solo puso un pie en 1996.

Volver a casa y ya no sentir más su olor, no escuchar su andar de gigante, no verlo, fue muy duro. Por suerte, nunca dejamos de tener líos en casa que me tuvieron entretenida, de la misma forma que la reestructuración bajo aquel techo.

A finales de siglo no se paró el mundo como todos profesaban, pero si se paró el país, al inicio del 2000, nunca habíamos tenido un gobierno tan demócrata y tan progre, sin embargo estos nuevos gobernantes, habían recibido una manzana podrida. Todos los sueños y esperanzas que teníamos personales, los familiares y los vecinales, todos se fueron al garete cuando se desveló lo que muchos ya sabíamos, la hipocresía de creer que nuestra moneda podía valer como la de los Estados Unidos, pero ese fue el espejismo que nos vendieron para recuperar el país de aquella inflación. En el camino se formaron "nuevos ricos". Vecinos, familiares, famosos, conocidos, y no tanto, hacían cualquier cosa y se creían ricos, agarraban subsidios de fabricas que cerraban y montaban kioscos, veraneaban ya no en Mardel, sino en Florianopolis, ya no compraban en la peatonal, iban a Miami. Qué locura.  Si los hubiera visto Natalio Ruíz.

 "A todo cerdo le llega su San Martín" y en 2001, tras caer, como si una de las tantas películas de ciencia ficción que nos hicieron ver, las Torres Gemelas. Si eso pudo pasar, obviamente que en nuestro país puede pasar cualquier cosa. Como un corralito, donde nadie pudo sacar su dinero de los bancos, ni los pobres, ni la clase media, ni los ricos. Y lo hubo, y no fue ciencia ficción. Y todo voló por los aires, como las 2 torres, pero con sonido a cacerola golpeada.

Nosotros, nunca tuvimos mucho dinero, tuvimos lo justo. Aquello de que "Dios aprieta pero no ahoga". Podíamos pagar las facturas, las de la luz el agua y a veces, las de la panadería. Para ese entonces yo ya estaba más entregada al Padre Ignasio (un cura sanador que se había establecido hacía unos años en la vecina localidad de Rucci) que a Erverto, los chicos lo veían, los chicos lo sabían. Julián había acabado la secundaria, Mara recién había entrado. Ella con problemas fuera y dentro, suerte que Erverto la apoyaba mucho en ambas cosas. Julián había entrado en la facultad y creíamos que le iba tan bien como en las otras etapas escolares.

Toda la situación era extraña, pero guardábamos un as en la manga, teníamos los papeles en regla, me refiero a los pasaportes españoles. Volver a aquella tierra me producía vértigo y a su vez unas mariposas en la panza que hacía tiempo no me visitaban. De un contacto de nuestra época ahí, surgió una oportunidad, pero no nos animamos a hacerla a la ligera. Cerrar las puertas de esta casa, tras haber armado las maletas e irnos, así, sin más. Eso  no cabía en la cabeza pensante de Erverto, ni en la de Mara que pasaba por una etapa difícil, pero si en la mía, y por suerte, en la de Julián, que siempre quiso saber porque amaba aquel póster del Tramvia Blau, que colgaba en su habitación, sin conocerlo.

Gracias a Tomás, yo tenía un puchito de dólares, Julián había ido cambiando en los últimos días de su trabajo, además consiguió los pasajes más baratos, así que nos fuimos los dos, y los otros dos se quedaron bajo la atenta mirada y colaboración de nuestro último ángel guardián, Arminda.

Aterrizamos y nos vinieron a buscar al Prat, amigos que hacía casi 20 años que no veíamos, fue muy emocionante, paramos en el departamento de Carlos, un protagonista secundario en mi infancia y adolescencia, ya que compartimos barrios, escuelas y hasta la amistad de la mismísima Mabel. Carlos era un gran amigo, si no el mejor, del hermano menor de Erverto. Es muy loca la historia porque para Julián era (y es) su tío, y no, el verdadero hermano de su padre.

No sé cómo, pero me desperté en un vuelo volviendo. Había soñado que Mara me necesitaba y ya no pude más con mi presente. Al despertarme en la realidad del avión, me di cuenta que ya no estaba Julián al lado mío como en la ida. A partir de ese día o quizás desde el 20 de mayo de 2002, cuando embarcamos, ya no pude ser más yo misma, ya nunca más me sentí entera.

Julián se quedó. Y 20 años más tarde tuvo un hijo. Me hizo abuela. Y un día me mostró por videollamada que había conseguido un trofeo de Francia, tenía en sus manos "Vida" de Sui Generis. Creo que ahí me cayó la ficha de todo. Vi a Mara, crecida, bajo mi ala, quizás siempre me necesitó, pensé en Erverto, que aunque no esté en este momento bajo nuestro mismo techo, siempre nos protegió y se mantuvo cercano. Vi la foto y recordé a Mabel, de joven, observándola, por suerte hoy sigue aquí, en el barrio, con sus nietos cerca y veces podemos vernos, y a veces, por no decir siempre, recordamos a Piero y todo lo que conlleva. Nunca me olvido de mi madre, porque todos los días cocino lo que ella me enseñó, y es imposible que no recuerde a mi padre, cuando todos los días riego los canteros llenos de plantas y aquel potus gigante, y veo las flores, y detrás, las paredes, en yuxtaposición, que él me dejó.

sábado, 2 de julio de 2022

75 brillantes sobre el mic

 

Desde el reflejo de mi sombra en tus ojos pequeñitos, presentes y tan cercanos, solo auguro que por las noches las musas de otros tiempos te saluden, se posen provocativas, se les caiga un bretel, te embriaguen, te lleven entre sus sedas, te guiñen un ojo de tal forma de que el aire de sus pestañas te traigan esos olores de otros momentos, que ya no volverán, pero a los que podemos recurrir cada noche como un tío que cada semana echaba cruces al azar con tal de que el mismo le sonriera y le premiara.

Que tus rodillas recuerden el escozor que las calles de tierras hacían en ellas sin que doliera, mientras las canicas rodaban con un destino pero quizás sin puntería, o con una carambola que las acercara sin querer al opi para llevarte otras tantas de tus competidores y así el frasco de vidrio ir llenándose de ese sonido tan mágico, y más aún si su cuantía aumentaba. Muy parecido a vivir es jugar.

"Ozono" de una lluvia que hace más liviano el calor, mezclado con esas gotas que con la fuerza de una caída proporcionada desde los cielos, cielos custodiados siempre por Odín, estallaban sobre las veredas convirtiendo esa polvareda en la pesadilla de las madres, se te presente un ratito cada noche antes de conciliar ese sueño, puerta a otros mundos, y a otros tiempos, de los que podemos atesorar nada, nada más que ese presente donde la proyección se pone en marcha como antes lo hacían los carretes de celuloide que tanto nos formaron.

Por eso se confunde uno muchas veces entre el estar despierto o dormido, este marzo efímero, cada reunión podría haber sido un retazo censurado de "cinema Paradiso", la cosa es, cuándo nos vamos a sentar en la butaca nuevamente para disfrutarlos juntos y al completo.

Deseo que las ganas golpeen a tu puerta cada día, y cada vez con más fuerza, que tiene más sentido un arroz sazonado que un pan duro, un vino a su temperatura que no un tetra sin tapa, un mate meticuloso, bien cebado y acompañado de la música que esas radios de museo tan bien proteges y te regalan sus melodías. Que un té recauchutado solo nos recuerda tiempos de sacrificio, venga, que merecen nuestras papilas siempre un sabor fuerte y auténtico. Que es mejor asomarse a la ventana con los cristales limpios y no que los rastros de una cagada de paloma enturbie los pensamientos que en ese momento se iban a regocijar al depositarse en las almas de esas personas que por abajo van viendo que hacen con sus pasos.

Que a ti vengan páginas de libros ya leídos para que sigas enramando tu discurso tan afrutado, frondoso y enriquecedor. Que los garabatos de tus letras nunca pierdan sus curvas, y que no nos privemos tanto de una buena curda. Que de tus manos nunca desaparezca el tacto de nuestros pelos cuando los acariciabas en la plena intimidad que te habrás permitido, que tus brazos recuerden lo que es la fatiga de acunar, pero que de tu nariz no desaparezca el olor a humano a estrenar, gomoso y blandito, pequeño y gigante a la vez. Que nunca se te olviden los besos que habrás dado en las oscuras noches de tormentas bajo tu techo.

Sigue pedaleando por los adoquines de la memoria mientras se van generando horizontes paulatinos sin dejar pisar este día de hoy, que otra vez, choco tu copa invisible contra la mía de cristal, mientras nos mentimos que 20 años no es nada, pero que sí que es febril la mirada hacía esa ausencia repetida, y que errante en las sombras te busca y te nombra, para seguir con el alma, golpeada y aferrada, a estos dulces recuerdos, que obviamente lloro otra vez.

Sigamos invencibles en la lid y en la vid, impávidos luchando sin que nos importe, nunca nos importó, la talla del rival fuerte y viril. Que a nuestro blasón le sigan creciendo ramas de laureles, y que se reverdezcan de victorias, jalonadas de sudor, para que siga brillando el sol en nuestro símbolo triunfal.

El amor es dibujarte cada mañana que no tengo cerca con la certeza de sos eterno en mí, y ahora en él.

domingo, 2 de enero de 2022

nuestros corazones

 Un pequeño velo de piel separa nuestros latidos.

Desde hace un año ese motorcito a estrenar se junta al mío en un vaivén que él lo lleva a un mundo de fantasías alocadas de lo que coleccionó durante el día, un rayito de sol, el olor de mamá, los ojos de papá, un peludo gato, dos maderitas chocando o el suave tacto de una mantita de nubes. Él comienza a respirar profundo y ya sé que lo tengo en el saco. Él comienza a soñar algo irrepetible que en unos años me va a preguntar a dónde fue a parar, tranquilos, estoy preparado para darle respuesta a cada inquisidora angustia existencial que se le presente, asombrosos descubrimientos que querrá saber su origen y paradero. Estoy cualificado para hablar mucho y de todo.

Él se pone cómodo, por mi parte, mi viejo bombeador se pone en una marcha de travesía, la misión está controlada, como la respiración y mis latidos. Estos "animalitos" son muy bichos, y te calan al toque si demostrás debilidad. Ahora soy yo el que sueña despierto, el que disfruta de la música seleccionada para rendir y acompañar a este tipito que solo necesita esto, hoy y ahora. En eso, lo veo caminar, lo veo en el mar, lo veo reír, lo veo dándome la mano para siempre.

El resistente velo de piel y huesos que separaba nuestros corazones hoy se abrió un poco más para darle cabida en forma de nido a nuestro hijo, palabra grande por donde se la mire. No es que se juntaran mucho durante la mayor parte del día en la parte física, pero desde hace años tenemos nuestro destino fundido a fuego, y sabemos que son esas mismas llamas las que nos mantienen unidos, nos mantienen a flote, y cobijados.

Hoy nuestros motores van a mil y se cansan mucho, mucho más allá de lo soñado, pero nunca hubieran soñado, ni en un millón de galaxias de coincidencias, que iba a salir a este precioso niño que hoy nos cambió la vida, por completo, pero con todo el amplío sentido de la palabra. Teníamos una, y ahora nos dieron otra. Sin devolución. Esto no es Amazon, este es el desafío más grande que vamos a tener, hoy, ahora y para siempre.

Relegamos el tacto de la piel que separa nuestros corazones por un tiempo, por un rato, pero con las copas en alto chocando en el deseo, en el deseo que nuestros deseos se sigan cumpliendo y que nunca nos falte deseo.

La fina y lejana capa que cubre nuestros corazones se volvieron a acercar. Este año, durante todo el año. Pero durante un mes de ese año, mientras yo seguía en esta aventura dificultosa y preciosa de ser padre, vos venías a hacerte presente en mi mundo. Ser hermanos y estar separados durante tanto tiempo es realmente algo doloroso, el no estar con ese, con el que te podés pelear y mirarte a los ojos sabiendo que mañana va a seguir estando y para siempre, es jodido. El escucharnos menos de lo que quisiéramos, con todo lo que tenemos para contarnos, es un despropósito. El no estar con ese único ser con el que compartís la suerte de los mismos padres, es algo que solo una despedida calurosa y llorada en un fresco aeropuerto puede explicar. Suerte de haber sentido tu fuerte galopar en mi pecho.

El finito hilo que une nuestros corazones, casi invisible pero invencible, este año se vio en jaque. La malas comunicaciones o destiempo. Las video llamadas con retraso o mala calidad, mientras de un lado vos en realidad me esperabas para comer ese plato que ibas preparando en otro plano, y yo solo quería entregarte algo de lo que más me ha emocionado en plano secuencia en mi vida. Esa cosita luminosa y llena de energía que pide más de la mía, y que va a lograr que sea aún mejor persona, aún más de como me hiciste. Pero por otro lado te sentí calma durante todo el año. En busca de una paz, detrás de una luz que por momentos viajaba por los cables y me volvía a llenar.

El rudo escudo que separa nuestros tiernos corazones, tanto el tuyo como el mío, se vieron vencidos cada vez que nuestros latidos los atravesaban, y los latidos se aceleraban al ver tu sonrisa de niño con juguete nuevo debajo de ese poblado bigote. Y en tu caso, al ver a ese que va a continuar con esta saga de locos, verborrágicos, pensantes, exiliados de algo, ligados a los trapos, orgullosos de tenernos, emocionados de leernos, extrañadores por antonomasia, rodeadores por gusto, roedores del gusto. Tu lápiz siempre va garabatear tus frases en mi cabeza para llegar a mi alma, diciéndome algo, con la hermosura de su dibujo. Para siempre, me parece mucho tiempo, pero a su vez poco, y cada vez menos.

Este 31 de diciembre muchos cumplimos un año. Varias tías, 4 abuelos, un padre, una madre y un hijo. Y todos por primera vez.

Este 31 de diciembre él no entendió nada, pero no guardará rencor. Sonrió como siempre, durmió poco como acostumbra, pero por momentos en el pecho de su mamá, por momentos en mis brazos. Comió, lo que quiso, pero siempre alguna novedad, salió al sol, salió a darlo todo con su gateo incesante, con su mirada llena de futuro.

Este 31 de diciembre las uvas volvieron a ser raras.

Este 31 de diciembre las emociones llevaron a acelerar muchos corazones, pero sobre todo uno, el de mi madre, y yo lo sentí, muy fuerte y profundo en el mío.

El 31 de diciembre del año pasado no me permití llorar todo lo que quería al ver mi sueño hecho realidad, al ver a mi mujer amada, mansa tras el cansancio que la llevo a dar a luz a mi niño. Lloré lo justo y necesario que necesitaba para descomprimir el pecho y que mi corazón le hiciera un lugar a ese nuevo corazoncito.

Hoy por fin puedo llorar a placer de saber que las cosas me siguen doliendo, de reconocer que fue un año muy duro, de que la felicidad además de ser efímera, a veces pincha, pero sobre todo por ver lo fino y delicado que ese músculo que no para de sentir, que no parar de mandar sangre para seguir exponiendo mis ideas en una superficie, y que no para de pensar que lo que más quiero hoy en este mundo es ir a darte la mano.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Playlist

 

Hacía rato venía con ganas pero sin tiempo, es increíble, y por más que te lo cuenten, un hijo que cambia la vida, no te la modifica, te la cambia, como cuando cambiábamos figuritas en el recreo. Ligado sin querer, a esto, estoy en una época de cambio, como quien arranca un libro nuevo, el tercero de una trilogía (de momento) que tiene un hilo conductor (llamémosle mi vida) y que se puede segmentar perfectamente, como ya lo hizo el Nano alguna vez, cada 20 años. El tango también habla de 20.

Y estas dos cosas hablan de música, y a esto venía yo, y las figuritas también. En el efervescente momento que están viviendo los discos de vinilos hoy por hoy, me veo metido de lleno. Me metieron de "prepo", yo no quería, sabía que había un riesgo enorme, la necesidad de un espacio, y el cambio en la escucha. Dicho esto y aceptadas la reglas de juego, en estos dos años locos, el del Covid, y el de Gael, le encontré la vuelta al goce, compro vinilos que me gustan, y los saboreo, pero también compro lotes de vinilos, como si de paquetes de figuritas se trataran y disfruto del riesgo al repetido, al abrir mal el sobrecito y romperle una puntita (extrapolado a los discos sería encontrarme uno rayado) y la adrenalina de que te toque, si bien no la figurita difícil, una de ellas, puede que sea para atesorar como me pasó con "The Dark Side of the Moon" o pueden ser para vender como el 80 por ciento de mi colección actual.

Y hablando de dicenios, voy a lo que iba sin más demora. Estaba pensando en hacer una playlist para mi cumple, si, por Spotify (no tengo vergüenza de decir que también hago uso, muy buen uso, de su servicio). Para ello iba a poner otra vez en jaque a mi memoria (y van...), la iba a empezar por el orden en que la música me llegó.

No fue tarea fácil, pero algo logré y en esa búsqueda, me regocijé con los hallazgos, así que algunos los voy a plasmar acá:

Pasando por alto la música de series como "El chavo", "los pitufos" o cualquier otra cosa que la tele me haya dado, voy a empezar por "La botica del Tango" conducida por Eduardo Bergara Leumann, un programa que sonaba en la cocina-comedor de mis abuelos, entre aquel viejo y robusto Motorola y esos sofás verdes con preciosas cenefas que aún hoy, el olor de esos muebles me invade. Allí pasaban todo tipo de artistas del palo y era lo que mis abuelos escuchaban (porque la tele se escuchaba), mientras me cuidaban esperando que mis padres llegaran de trabajar.

Cabe destacar que de ellos era el tocadiscos que mi madre volvió a tener cuando nos instalamos en Rosario, un combinado Winco increíble, precioso, enorme, de categoría, como se hacían las cosas antes. Y de allí sí que salieron los cimientos de mi cultura musical.

Recuerdo las portadas de los Carpenters, de Santana (el de la paloma sobre todo y uno blanco), el de Brel con esas 4 letras sobre un cielo azul con nubes, los de Simon & Garfunkel, si el "puente sobre aguas turbulentas", "el graduado" y alguno más. Como no recordar  los de Serrat si a día de hoy pongo uno y se me eriza la piel, claramente, en esta ciudad, y después de tantos años, mas. Manzanita y "eres tu Malaga gitana" que sonaba en fiestas, donde la familia era grande, donde la tía Mariana era un "hembrón" como decía mi vieja, y al tío Humberto se le giraba el bigote por bailar con ellas dos. Sui Generis, a los que no entendía. Almendra, aquel disco robado. The Beatles. Aquí con ellos tengo un capítulo aparte que voy a plantear más adelante. Marina Rossell no sé si venía en cassette, pero hablaba raro, pero retumbaba en mi interior, hoy viendo como educan a Gael en catalán lo entiendo más. En casetes también venían Bonnie Tyler y su eclipse del corazón. Pero muchos de ellos eran iguales, o bien decían "Joker" o "TDK". Ahora ya no sorprenden estas dos palabras como me intrigaban a mí, o si, por su escasa existencia. En ellos había miles de programas nocturnos grabados por mi padre en las noches de Barcelona, con mucha música en francés, si, música que a mí me entraba menos, pero que hoy al escuchar Aznavour, Piaf o Mustaki siento cosquillitas. También hablaré del momento en que yo descubro al casete.

Pero vamos por parte, como la vida de estos soportes. Es poner los Beatles, los discos primeros, y es un recuerdo directo a bailar con mi mamá, saltar con "Revolution", rockear con "Roll over Beethoven" o "It won´t be long (Yeah yeah yeah yeah)", los tenía pequeñitos (singles) o grandes (LP) y también tenía de uno de ellos, solo, y yo no entendía por qué, pero me gustaba menos, pero igual (luego sabría que los Beatles se habían separado, me llegó tarde la info, que Lennon tenía discos solo -"Juegos de la mente" el nuestro- y más tarde, que un tarado lo había matado, pero yo todavía no sabía lo que era la muerte), para mi seguían juntos y vivos porque en Mafalda también lo estaban y ese era mi mundo.

Cuando ya fui mayor para tener la llave de casa o para ir al centro en colectivo con los de la primaria, lo primero que hice con mis ahorros fue ir a "La Favorita" y comprarme un cassette, lo quería original. Cuando llegué a la parte de música internacional, donde ellos estaban, encontré que había dos que nunca había visto y que eran muy distintos, de hecho no tenían ni siquiera sus flequillos, me puse nervioso, tenía el dinero para los dos, pero, iba a por uno, el resto igual era para pasar la tarde paseando, en los videojuegos, o seguir ahorrando. No pude contenerme (nunca pude y hoy sigo igual) me llevé Revolver y Abbey Road. Estaba muy ansioso por llegar a casa y estrenarlos.

Llegué, los puse, y ... no parecían ellos, no había tanto "yeah yeah". Pensemos que VideoMatch era casi de culto, lo daban a las 12 de la noche, cuando en otros canales ponían "Pausa para la meditación", ellos arrancaban un programa joven y desenfadado, con bloopers (ni idea de que eran hasta ese momento) que nos explotaban la cabeza, y "Twist and Shout" a todo lo que daba. Ver VideoMatch en aquella época era que tenías tele en tu habitación, que tus papás no se enteraban (pobres ingenuos nosotros) y que al otro día te la tenías que bancar en la escuela, pero en los recreos, el que no lo veía, estaba fuera de las charlas y las risas. Yo tenía una tele, que había viajado de España a Argentina y que unos milicos nos la rompieron en la aduana por si traíamos algo raro, nos costó la vida encontrar el repuesto de la pantalla, siempre las cosas nos costaron mucho. La antena de esa TV funcionaba mucho mejor si se le ponía un palito de la ropa en la punta.

Ya tenía Walkman y no paraba de dar vueltas una y otra vez esos dos cassettes, y alguno más que me había apropiado, me partían la cabeza, tanto "Taxman" como "Come Together" y el resto que las seguía en cada ejemplar.

El tocadiscos cada vez se ponía menos y a casa había llegado un equipo "Crown" doble casetera, ecualizador, FM, AM (y pará de contar) que era la bomba. Sí, porque con un doble casetera vos podías grabar. Y ahí empecé a congelar retazos de música para mí, retazos que me gustaban, que me transformaban por completo, que me hacían SENTIR en todo lo extenso de la palabra. En una de aquellas grabaciones tenía en un mismo lado "Cuando un hombre ama a una mujer", "Wonderful World", la famosa de "ghost", la del sombrero de Coker, y misteriosamente, "Rapsodia Bohemia", grabada el día después de que Freddie muriera, el locutor sobreponía su voz al acabar la canción, iba sonando muy bajito "any way the winnnnd blowwwwws" y él decía "único". Me quedó de por vida. El lado B, tenía más joyas, pero esa fue una casualidad increíble, yo no tenía claro todo eso que era, lo de morir, si bien mi abuela ya se había ido, pero sí que recuerdo, siempre me acordaré la noche del 24 de noviembre de 1991 cuando estábamos jugando probablemente a "Ladrón y poli" en el patio de Pachi, y Fito (su padre) lo llamó y le dijo que Freddie había muerto, tanto Ramiro como yo nos mirábamos sin entender la peli. Luego las radios se llenaron de su música, por aquel entonces, una serie con mucho raiting ponía siempre "Friend will be friends".

Eran tiempos de "asaltos" y había que tener mucho material y variado para esas fiestas. No sabíamos qué hacer con las hormonas, medias dormidas, con un pie en los Playmobils por la tarde y por la noche en la casa de Hernán: Asalto. Lo que recuerdo es que había muchos chizitos, mucha Coca, chicas (algo muy raro entre nosotros), y un buen equipo de música. Algún padre que nos vigilaba, y muchos casetes de todos nosotros.

Mi vieja había conseguido que un compañero del psiquiátrico donde trabajaba le grabara "Grandes Exitos 1 y 2" de Queen. Pum. Mi vida no fue la misma.

Por otro lado, siempre estábamos con la música rondándonos, los New Kids on the Blocks fueron una locura, los suecos de Roxette pusieron todo patas arriba, pero lo que de verdad puso todo patas arriba fue la llegada del CD. Y María Laura, la hermana de Pachi, había logrado uno, por ende, él también. Un mar de peleas se sucedieron porque no se lo tocara cuando ella no estaba. Tenían contados compacts, uno era el de Phil Collins (de la calesita), los otros, muy guachos, los de Queen, originales, en hermoso color, nada de escribir los nombres de las canciones en las cajitas de los casetes. "Greatest Hits II" era de un color azul profundo y sus letras do-ra-das. Tenía "Innuendo" también. En lo nacional, nosotros escuchábamos una y otra vez "Es tuya Juan" porque fue el primer rap que escuchamos en español, obviamente, cada uno en casa escuchaba su Charly, su León Gieco o su Spinetta según sus padres pusieran, pero Fito, que venía de unos discos densos por cosas personales, iluminó todo con "El amor después del amor". La gira presentación fue mi primer concierto en vivo, pagando, y con chicos de mi edad, en Provincial. Obviando a la negra Sosa en el monumento, gratis (palabra maravillosa) y León Gieco de la misma hermosa forma, en el mismo emblemático lugar de la mano de la madre de Carlitos.

1994 fue nuestra graduación de la primaria, sonaba "Brillante sobre el mic" y "La rueda mágica" pero antes de llegar ahí, yo ya había pasado y vuelto de los Guns ´n´ fucking Roses, me hice tan fan, con tanta fuerza, como luego me deshice. Me lo comí todo, desde "Lies" hasta los maravillosos "Use for illusion 1 y 2", pasando por "apetito por la destrucción" y todos los discos truchos que se podían conseguir, grabados ilegalmente en conciertos o estudios, pero que se vendían legalmente ( lo que hoy se dice un Bootleg). El álbum negro de Metallica y toda la Mtv de punta a punta. Esa era nuestra droga más grande, música en imágenes que te traían desde George Michael hasta Nirvana, de Elton John a Depeche Mode, de Inxs a Sinead o´Connors, de Aerosmith a Cramberries, de Kiss a The Cardigans, ya no hubo vuelta atrás.

Por casa sonaban "Tango feroz", Los Rodriguez, Mecano, la colección de revista Noticias de "Rock Nacional", Pavarotti and Friends por Bosnia, Lucio Dalla y "attenti al lupo".

Pero ahí iba el Bunny con sus pelos para arriba, engominados con jabón puro de tocador, con sus Ramones, y sus Sex Pistol, con sus Attaque 77 y sus 2´ (dos minutos). Cada uno de nosotros que tuviera un hermano mayor, iba a tirar para ese lado, o al menos, esa música iba a escuchar en casa, hablamos de fuerza mayor, nunca mejor dicho. Yo no tenía, pero seguía nutriéndome de todo aquello. En un asalto de Pachi sonó "Light my Fire", explosión total en mi cabeza, de donde había salido aquella banda nueva? Pobre iluso. Nueva. A los Doors los retome con mucha fuerza mucho después y para siempre.

Con el viaje a Carlos Paz de fin de curso llegaron los casetes que se vendían en la ruta, "Big yuyo" de Los Pericos, Los Enanitos Verdes y "no te peines en la cama", o Vilma Palma e Vampiro, casetes truchos, "pero buen camaleón" diría el Indio por aquella época, y a mí no me entraría su música hasta más tarde.

Llegó el tiempo de la secundaría. Ahí te alejas un poco de los amigos del barrio, y empezas una nueva vida con todos desconocidos (al menos ese fue mi caso). De aquella época, además de que Mtv seguía fuerte, recuerdo: Hermética, Almafuerte, los Rollings un poco más modernos, Molotov, Illya Kuriaky a full, más Metallica. Para ese entonces nosotros ya teníamos un "minicomponente" con bandeja de CD y a su vez, mi primera computadora.

En el 97 se fue todo al carajo, llegaron los Piojos (3er Arco), la Renga (El final es donde partí), redescubrimos los Redondos, Los caballeros de la quema, y hasta "sin gamulán" de Los abuelos de la nada. Ya íbamos a discotecas, y nuestra cultura musical tenía que ser más amplia, las hormonas lo mandaban. Llegó la cumbia como herramienta de acercamiento, también aquel tecno para mover los brazos como un robot. Me quedé con la primera opción aunque probé de las dos, eso quería decir ir a Caribbean o al Ku, a Contrabando o La embajada, a Pancho Villa o al Inferno.

Entre todo ese desmadre, una buena tarde por el centro, paso por "El pez volador" (Libros y revistas usadas) y veo que también vendían Cds usados, me topo con "Sheer Heart attack". Si bien "Grandes éxitos 1" traía "Killer Queen", nunca en mi vida lo había escuchado entero. Entro, voy al fondo, y un tipo de rulos, entre pelado y con pelo largo, me pregunta si lo quería probar, asentí, lo limpió, lo puso y en todo el local empezó a sonar ese ruido a feria, a circo, silbido, gente, y un "solo" de guitarra que va subiendo de volumen hasta que la batería de Roger invita a Freddie a cantar todo una estrofa en falsete. Casi me muero, me lo llevé enseguida.

Ahí decidí hacerme la colección entera de Queen. Me iba a costar mucha guita, pero de a poco iba ahorrando, llegué a dar clases particulares de informática, o lavar copas.

Para entonces también se iba agotando la magia de la secundaria, y volvía el miedo del cambio de etapa, hacerse mayor, trabajar más para ganar más, estudiar en la facultad, y diseñar un futuro. Aunque el mío hacía rato que estaba escrito.

 

El libro 2 se abre junto con las puertas de embarque de Ezeiza. No sé qué música escuché durante aquel vuelo tan psicodélico, pero entre que era la primera vez que volaba, me acababa de despedir de mucha gente querida y había dejado todo mi mundo excepto 20 kilos que lo transportaba en una maleta dentro de la bodega de ese avión, seguramente algo escuché para calmar mis demonios.

Tuve como 3 mudanzas en 3 meses, y para todos esos sitios llevaba la colección casi completa de Queen (Cds originales), un CD comprado trucho, lo que aquí sería el top manta, de U2 "All that you can´t leave behind"(título muy premonitorio), Lenny Kravitz Greatest Hits (trucho también), "Avalancha" de Héroes (rescatado de las locas manos de mi gran amigo Pachi, que por aquella época le daba por tratar muy mal a los CDs.), y varios cassettes donde tenía grabada toda la colección de Queen (completa), eran cassettes de 90 min o 120 min por lado!!! así que entraba mucho. En otro tenía grabado todos los vinilos de los Beatles de casa, estaba muy bueno tener una cadena porque podías grabar desde el plato del tocadiscos a la casetera. Y alguna cosa más que se me escapa.

Al trabajar de noche en un pub en Alcocebre me tuve que impregnar, sin escapatoria, en la música actual española, y también de algunos de sus éxitos, eran tiempos de "Torero" de Chayane, "Aserejé" de las Ketchup, "Morena mía" de Miguel Bosé, y una cosa llamada OT que todo el mundo escuchaba, luego supe lo que era. Una de esas noches escuché al acabar el servicio "a San Fernando" de Manolo y al llegar al departamento se lo dije a mi madre, quién lo volvió a descubrir, ya que no sabía que ahora tocaba fuera de "El último de la fila". Ella se daba con español profundo tipo Niña Pastori, Ketama, Rosa, David Bisbal o lo que sonara en el disco "Verano 2002".

Volví a Barcelona y trabajé en una cafetería, todas las mañanas mientras los croissants leudaban e iba preparando los "bocatas" sonaba: Jaime Urrutia (Dónde estás), U2 (la primera parte de su grandes éxitos y Queen "Made in Heaven", esos tres discos se me grabaron de punta a punta, la suma de ellos era lo que tardaba de que entraba al bar y le daba a las luces  hasta abrir de cara al público.

Luego me mudé cerquita, laboralmente hablando, pasé del Jamaica al Alcampo, y ahí me di fuertemente con Bunbury solista, a los 3 panaderos nos gustaba. Luego Bryan Adams (grandes éxitos), The Cramberries (también compilado), más y mucho U2 (ahí repasé toda su carrera sin obviar ninguno, de hecho, me empezó a gustar mucho un disco de ellos que rompía con lo que antes hacían "Zooropa"). Fuera del trabajo, yo estaba solo y ya había pasado un año desde que había llegado, por tanto empecé a frecuentar las Fiestas Argentinas, no faltaba ni un éxito del Rock Nacional ni una cumbia, y la verdad es que ahí recobré un poco el sentido de aquellas raíces, me aferré mucho a los Piojos que seguían firmes, la Renga parecía estancada, pero seguían sacando discos y sus giras se estiraban hasta acá, como también La Bersuit, por tanto de ellos 3 me nutrí bastante tiempo, conciertos incluidos, a la Renga la sigo escuchando duro y parejo, los otros dos, pasajeramente. La fiesta con el paso del tiempo se parecía a la peli "El día de la marmota", nos ponían exactamente lo mismo, año tras año, y no evolucionabamos, es más, uno podía saber la que venía despues, como si de un disco apreciado se tratara. Unas cosas llevaron a otras y dejé de ir asiduamente, para reencontrarme con esa burbuja del tiempo cada tanto, y así echarla de menos o sorprenderme con una grata sonrisa luego de que un tema muy quemado volviera a pasar por mis orejas, como cuando uno va a una boda o cumple de 15.

Mi cabeza iba dejando entrar otras cosas, cosas que antes no tanto, como Babasonicos (genial), Miranda (raros pero atractivos), Cielo Razzo (muy de Rosario y de Central). Junto a ellos venían del panorama internacional Depeche Mode, Black Eyed Peas (su primer disco fue una locura), Keane, Snow Patrol, Kaiser Chief, unos tímidos Arctic Monkeys, unos potentes Franz Ferdinand. Unas navidades me pegaron duro en Londres The Kooks, acaban de sacar su primer disco y era muy fresco y bello. Todo esto antes del 2006.

Para entonces ya escuchaba de todo, me movía por conciertos en garitos de la ciudad, y obviamente llegaron los festivales y con ellos las mil bandas que traían. Hay que decir que ya sabía que Barcelona era poderosa en muchos aspectos (arte, comida, arquitectura, etc.) pero al ver las bandas que venían, y venían absolutamente todas, te dabas cuenta de que baldosas estabas pisando.

No obstante, por esa época mis oídos descansaban mucho, pero mucho y cada vez más en los Rollings, después de aquel gran "Forty Licks" y de haberlos visto por primera vez en 2003, me partieron el marote. También hacía pie en Led Zeppelin, algo de AC/DC y los Doors como una copita antes de ir a dormir.

En castellano, Calamaro estaba renaciendo, mucho le ayudaron los de la Bersuit, pero también Fito y Fitipaldis, y así que estuve escuchando una buena época a este trío. También Coty y no me sonrojo al decirlo. En un festival (Viña rock) que fui por los Piojos y la Renga, me reenganché por un rato a Rata Blanca. A su vez conocí a Raimundo Amador punto y seguido una locura. Era como un Camarón vivo. Cómo le daba a la guitarra, española y eléctrica y cuánto rock y flamenco a la vez. Unos jovencitos captaron mi atención mientras llovía y esperaba por uno de los grupos argentinos, Pereza, no eran nadie, luego fueron por poco tiempo uno de los abanderados del rock (inexistente) español, para luego ser pop, y como la onomatopeya de un globo al estallar, hicieron plop. Pero en "los amigos de los animales" salían muchas bandas y cantantes muy buenos de la península, me los fui anotando y siguiendo, así salió Amaral, los Delinqüentes, Burning o Carlos Tarque de M Clan. Un ignoto Kevin Johansen también. Era la primera vez que lo escuchaba, sin registrarlo obviamente.

Entre los festivales y que la música ya viajaba a raudales por la red, me llevaron a dar con White Stripes, Mando Diao, Kasabian, Kings of Leon, y The Strokes.

El blues siempre sonó, pero por terceros, si metes un disco del inicio Stone, salen clásicos del blues, si pones a Tina, Elvis o  The Black Keys, también, pero la llegaba de Spotify lo cambió todo para siempre, ahora podías escuchar lo que quisieras, y algunas cosas se "linkeaban" con otras y así el panorama musical se ramificaba hasta el infinito.

El blues empezó a tomar control de un espacio de mi vida, Howlin´, Muddy y Hooker. Para luego indagar a través de los Allman Brothers, Johnny Winter, o John Mayall, e ir parar o volver a Eric Clapton, Jeff Beck, Rod Stewart, George Harrison, James Brown, etc., etc., etc., la música ya no tenía fronteras, yo tampoco, y la expansión era irremediable. Con esto, mi lejanía con Argentina era cada vez mayor, pero si volvía a su música era por la locura con Intoxicados, o para redescubrir viejos clásicos como Pappo Blues, Pescado Rabioso, o Vox Dei.

La marihuana necesita azúcar y un determinado tipo de música, claramente Bob Marley tendría que empezar a sonar desde que sacas un papelillo de la cajita, pero con las primeras caladas fueron aterrizando Onda Vaga, mucho reggae desconocido y a la vez profundo como el de Peter Tosh o John Holt, Kevin Johansen y Tame Impala entraban por una ranura.

Si la yerba se consume en espacios abiertos y con música en vivo podés escuchar lo que venga, de Brushy One String hasta Fumaça preta, pasando por Freddy Fat Drops o Za! para acabar cuando cierra el festival escuchando muy buena música electrónica, ahí te vas enterando un poco del porqué de la necesidad de los estupefacientes con esos bits. Y si estás en un lugar cerrado, en lo que antes Mtv reinaba, hoy lo hace Youtube, y mientras los videos más atractivos sean visualmente hablando, más vas a disfrutar y así también descubrir bandas como Polo & Pan o King Gizzard & the Lizard Wizard. Puede que caigas en The Growlers o The DØ y te levantes con las bandas del hijo chino de Lennon (Goastt o Claypol), Foxygen o Future Islands. Beach House, The XX, Unknown Mortal Orchestra, MGMT, Woods, Justice, La Luz, Monophonics, son otros ejemplos de buena música y buenos videos, además de buenos directos.

Para nuestra desgracia, rock hay cada vez menos, te puede sonar algo parecido en Black Rebel Motorcycle Club o The Picturebooks, Night Beats, Radio Moscow o Black Pistol Fire, pero la pregunta es: cuánto tardarán en corromperse o separarse, como les pasaron a: Kings of Leon, Franz Ferdinand, Gossip, o tantos otros. Suerte que aún existen los vinilos de la época. Que el disco está de moda y con ello las reediciones y que Spotify tiene un catálogo para no acabárselo y si eso pasara, ya hay miles de plataformas detrás para recoger el cetro.

No tengo problema, como buen melómano, me lo banco todo, y más desde que tengo tocadiscos. Por la púa puede pasar de todo, como también por las playlist de Spotify, eso sí, el gusto que da detener un momento la vida, esta agitada vida, para disfrutar de unos veintipocos minutos por lado de algo que te gusta y además tiene frito y sabor a viejo, no tiene precio. No me quise meter porque sabía que iba a perder la cabeza, ahora pienso que perdí oportunidades, pero todo llega cuando toca.

Hace un año, en pleno confinamiento nos reinventamos por las tardes con la música, hicimos de una hora, la anterior a los aplausos, la hora del baile, y allí la pasamos bárbaro con Sofi Tukker, Cage the elephant, Metronomy o cualquier video realmente entretenido. Hubo tardes de rock, de rock nacional, de popurrí o remember Classics.

Ya no voy a festivales, uno por el virus, otra porque aún no están preparados (o no estamos), y otra porque llegó Gael. El 31 de diciembre del año pasado, estábamos pasándola realmente mal y con el susto propio de la llegada del día esperado ( esperado y no tanto cuando lo tienes delante de tus narices), tuvimos que ponernos a bailar la danza de la "dilatación y respiración" y para ello nos hicieron compañía las mejores baladas de los Beatles y John Lennon.

Se extrañan las Merces multitudinarias, los viajes descabezados como aquel que fuimos hasta Gredos para ver a John Fogerty, el que llegamos casi hasta Marbella, sin nunca haber hecho más de 100 kms con la Harley solo para ver a los Black Keys, subirte a un avión para ver a los Rolling Stones en Estocolmo, Amsterdam o donde toquen. Cruzar el estado español para 45 minutos de rock argentino de la mano de Guasones, conocer Valencia por los Piojos, Albacete por la Renga, Mataró por Bersuit, estos últimos no son comparables con los primeros, pero reflejan el nivel de locura que uno puede llegar a tener por la música. He tenido la suerte de ver muchos conciertos en vivo, dentro de los que destaco RHCP, ZZ Top, AC/DC, Johnny Winter un par de días antes de morir, el resto de Queen, Charly Garcia, Robert Plant, Iggy Pop, y unos arruinados Guns and Roses que terminaron de dinamitar lo que me quedaba de buenos recuerdos de sus canciones. Prometí no volver a ver bandas acabadas, pero quiero ver a Rod Stewart, a Elton, Paul, Ringo, Bob, Jagger, Keith y una lista interminable de dinosaurios que siguen subiendose a los escenarios. Prometí no ir más a festivales, pero, podré resistirme?

El nene hoy por hoy se duerme con Ac/Dc, Queen, The Last Shadow Puppets, Polo & Pan, y necesariamente con Creedence (una banda silenciosa pero que está con uno desde toda la vida). Cuando ya está drogui guían sus sueños Roy Orbison, The Platters, Elvis, Beach Boys (sobre todo Pet Sound), Pink Floyd (sobre todo los psicodélicos de los años de Syd), David Bowie (clásicos por todo lo alto) y Stevie Wonder.

Realmente le hemos puesto de todo, y es una locura ver cómo reacciona a cada cosa, pero lo es sobre todo más cuando ves que algo muy tuyo como Queen lo mece y lo enriquece desde tan pequeño, y yo al lado, con un nudo en la garganta y los ojos chispeantes.