Sabes que soy de las personas a las que les gusta (no se si gustar es el verbo apropiado) dedicarle mucho tiempo a pensar, a darle vueltas y más vueltas a las cosas, tantas vueltas, que al final todo en mi mente se vuelve del revés y me hace pensar de forma distinta a la que pensaba desde un principio. Pues bien, la cuestión es que no sé si habrá gente a la que le suceda también, quizás te suceda a ti, pero hay veces en que me encuentro haciendo preguntas al aire que nadie contesta. Esas preguntas surgen en el momento más personal que pueda existir a lo largo de un día cualquiera; mirando el mar, mirando un gato, mirando el cielo o una nube...
Yo hago preguntas a alguien que no se quién es, pero sé que alguien o algo es. No recibo respuestas claras, pero hay que decir que hay veces que me llegan unos mensajes poco claros que tras mucho tiempo y paciencia logro descifrar hasta encontrar lo que realmente importa: el significado de la respuesta a la pregunta hecha.
No son pocas las veces en que me encuentro desprotegida, hay momentos en que parece que no hay nada que me haga evolucionar y eso hace que mis objetivos se alejen más y más de mí. Vale, voy a ser clara, no sé cual es mi objetivo, no sé a qué me quiero dedicar y tampoco sé que va a ser de mí. A veces creo que no voy a ser nada en la vida, otras pienso que voy a ser lo que quiera ser, ¿por qué tantas diferencias entre pensamientos que vienen de una misma mente?
Es cierto, no tengo muy claro el futuro que me espera, pero si hay algo que tengo claro es con quién quiero pasarlo y de qué forma y es contigo y felices.
Ya no me dices tan a menudo como antes las cosas bonitas que a cualquiera le gusta escuchar de su pareja, pero yo voy a dejar de lado hoy mi orgullo para decirte que te amo con todo mi corazon, mi ser, mi razón, mi alma...
jueves, 22 de agosto de 2013
domingo, 11 de agosto de 2013
Va de cambios
La
butaca tiene la misma comodidad que cualquier asiento por el que no se paga. La
altura del respaldo no supera la L1.
Vértebra Lumbar 1. Si la quinta esta tocando la rabadilla por allá abajo, suban
un buen palmo hacia arriba y se darán cuenta.
Es
jueves de un agosto peligroso, verano tardío, noches en calma térmica, pero ojo
con salir a la intemperie al medio día, se corre el riesgo de insolación
prematura.
Si es
agosto, como cada uno de los últimos diez años de mi carrera profesional guión
laboral, salgo a las 14.30hs. , lo que me da mucho tiempo para burlar el plan
matinal de ir a la playa. A no ser que sea estrictamente necesario.
Llegué
a casa del club tocando las cuatro. Anémico. Con lija para acabar con lo primero que se cruzara en la nevera, de
cocción minima.
100
abdominales, piscina, 10 minutos crol, 10 minutos espalda, 5 minutos de charla
obligada con el socorrista rosarino ha sido toda la rutina deportiva de hoy.
Puse
“Edmond”, una peli que hará 5 años Matías alquiló, cuando las pelis se
alquilaban, por su escasa duración, y porque me quedó en el tintero que a mi
amigo le había sorprendido bastante.
Antes
de que una dulce y embriagadora mini siesta me lleve a cerrar las ventanitas
visuales, quedé con Mati sobre la vuelta del partido. Está de pretemporada y
esta tarde/noche se enfrenta al Vilassar en su campo.
Me
olvido, o me pareció poco importante, o que no tenía nada que ver en el
contenido de esa llamada, decirle que al mediodía compré los billetes para
volar a Argentina para las fiestas.
Me
despierto abrumado, rebobino la peli, pongo el agua para los mates, y continuo
viéndola. Se me hizo tan tarde que puedo terminar de verla. Calculé que para
llegar al partido a las ocho y media, necesitaba agarrar un tren en el Clot
tipo 19.30. Son las 19.10hs. , Tengo que ir en moto, otra no me queda.
Atención, no olvidar ni auriculares ni libro.
Llego
bien a la estación, en un miserable minuto sale el tren, para en todas las
estaciones. Me encanta ver el mar desde la ventanilla. Me trae recuerdos del
primer tren regional que cogí junto a mi madre para llegar a Oropesa de Mar,
para el otro lado de donde me estoy dirigiendo.
A
medida que me como las páginas les encuentro más sabor. Será que el escritor
abre un poco más el juego, Araoz deja de ser un completo desconocido, tiene
algo de pasado, no solo su adicción al cigarrillo.
Bajo en
la parada correcta. Siempre que paso por acá recuerdo una pegatina en la heladera de mi casa, aquella nevera
Motorola, con un motor de mil demonios, de puerta mega dura, anti atracones de
media noche, con manija alta para lo enano que era en aquel entonces,
descascarada su pintura, los stickers hacían la función de disimular la edad
del electrodoméstico. Eran los años 80. Entre las calcomanías que más recuerdo
están una de Mickey Rourke, muy joven, con puño vendado, creo que rezaba
“Llámame si me necesitas”, una de Lennon, horrenda, de esas que vendían los ex
adictos en el colectivo, esta decía “yo me drogué y …” algún comentario absurdo
y negativo, unas de “Barcelona mes que mai”,
y esta rara de Vilassar de Mar, donde una torreta se erguía en la foto.
Entre otras tantas.
Sigo el
itinerario, recto por la carretera que bordea el mar y subo por la carretera de
Argentona, serán como diez calles de largo por otra decena para el lado de la
montaña. En el camino admiro las casas con jardín delante, todo un sueño.
Llego
puntual, hay poca gente en las gradas, nadie me cobra para entrar, vamos bien,
me quedan 15 minutos para que empiecen a decir los nombres de los jugadores por
megafonía, voy a seguir con la historia que tengo entre manos, estamos cada vez
más cerca de saber que pasó con Perlassi, aquel jugador que por alguna razón
tanto inquieta a Ezequiel.
Miro el
reloj que marca la hora del partido, en la cancha, en el césped, artificial,
recién regado, si, se riega, unos preparadores físicos colocan conos, pelotas y
otros artefactos, al parecer saldrán tarde a calentar.
A las
20.45 salen todos los locales, ropas de entrenamiento, me irrita no saber nada,
ni cuando empieza, ni si mi amigo va de titular. Le mando un mensaje de texto a
modo de testigo de mi momento, sé que él no puede leerlo, pero me pregunto si
acaso la comitiva visitante llega con retraso.
Son las
9 en punto, creo que ya es hora de que estos pibes se vayan para el vestuario a
cambiar, de que empiece el partido. Que poca gente hay.
A las
21.10 se me ocurre fisgonear un poco la cuenta de Twitter del club local, a ver
si informan de este contratiempo. El último post es de cinco minutos atrás,
dice algo asi: “Empate de @UDAGramanet, Moha. Primer gol recibido del
temporada”.
¿Cómo?
¿Qué
pasó?
¿Dónde
estoy?
¿Dónde
se esta jugando?
Salgo
corriendo, nunca se me ocurre preguntar nada a los otros seguidores que estaban
tímidamente esparcidos por la tribuna, veo otros reflectores a pocos metros.
¿Será la cancha de al lado?
No, es
un gimnasio. ¿No es éste el campo?
Calma.
Vamos a ver la página web de la institución, vamos a ver si acaso en Twitter
dicen donde están jugando. Benditos telefonitos, a veces es tan lindo tenerlos.
Sobre todo para no hablar con nadie y autogestionarse.
La
cuenta oficial del @CEVilassar aclara en su enunciado “Bla bla bla Vilassar de
Dalt” y la reputísima madre que lo parió! Estoy en la población de abajo. Miro
el reloj y ya terminó el primer tiempo. Me voy hasta la carretera, miro hacia
la montaña, parece que la torreta de la calcomanía esta por allá, en una
montaña, también puedo divisar un polígono industrial, creo que hay un
supermercado grande, ahí están las únicas cuatro torres de luces encendidas de
la zona. Hay mucho camino hasta allí. Esta por comenzar la segunda parte. Tomo
la determinación de mandarle otro sms a mi amigo, “Lo siento, soy un boludo, me
equivoqué de pueblo, me voy para casa, hablamos!”
Me
vuelvo a colocar los auriculares y emprendo la marcha hacía el muy oscuro mar,
riéndome de la tontería que me pasó. Fastidiándome más por las ganas de verlo
patear la pelota, con lo bien que lo hace, que por los siete Euros y medio que
me dejé en dos horas para nada. Para nada no, tuve una tarde muy relajada de
lectura.
La
vuelta paso rápido, tenía un par de llamadas de mi tía, que por vergüenza, no
atendí en el tren. La
Meridiana estaba vacía, llegué rápido y fresquito a casa.
Fue dar
un paso dentro del departamento y Matías me llama, no cuestionó mucho mi mala
suerte, me invitaba a cenar por ahí con su ex compañero, Javi.
Ya en
la pizzería, más tranquilo, me encontré brindando por esta reunión. Por otro
Jueves Cobarde. Y porque había sacado los pasajes, creo que allí radica la paz
interior que me dominó en todo el asunto.
Nada
como pensar en la cercanía de los tuyos, a sabiendas de todos los quilombos que
vendrán por esos días. Las fiestas nunca son su título, pero cada año nos da la
revancha de poder mejorar la anterior.
domingo, 4 de agosto de 2013
va de valores
Creo que esto podría
empezar el miércoles, para poner una fecha, para hacerlo cercano. Pero en
realidad, viene de mucho más atrás, es un virus inoculado. ¿Por qué? ¿Por
quien? Imagino que por los criadores de mi ser, aquellos que se tomaron algún
tiempo en hacerme entender algunas cosas, algunos costos, algunos costes. Mucho
de aquello me ayudó para hoy estar donde estoy, como estoy, para que cuando
rompiera aquel cascarón, ya quebrado hace un tiempo, tenga las defensas
necesarias para que mis plumas vieran la luz.
Tuve que cambiar un
plan. La idea era ir a recoger a mi novia a la salida de su trabajo. Pero algo
se interpuso. Alguien. Matías. Aquel pibe que lleva años luchando por estar
donde le pertenece, con un proyecto suicida, sin miedo a la boca del lobo, una
vez que uno toca fondo (y él lo hizo), no se puede ir más abajo, por eso, sabe
por lo que pelea, y de la forma en que se encarama en la batalla.
Esa misma noche, la
del miércoles, la vida le daba una revancha, un club con el que llevaba
entrenando un par de días tenía un amistoso con el Sant Andreu (y le pongo
articulo delante porque es un club de aca, que se fuera de alla, me pego en los
dedos antes de hacerlo).
Sant Andreu es
nuestro barrio adoptivo. Sant Andreu el barrio donde nació mi novia. Sant
Andreu es el club que fichó a Matías, dejando atrás su etapa en el club de
nuestros amores, Rosario Central, cuando aun no tenía 22.
Ese día a las
20.30hs. la vida le ofrecía una oportunidad. Demostrar lo que vale, contra el
club que debería ficharlo. Y yo tenía
que estar ahí.
La primera parte del
partido fue toda para el local, dos a cero decía el marcador cuando nos íbamos
al entretiempo, pero él aun no había entrado.
Segunda parte, la
chance, y la aprovechación de la
misma. Por las gradas dos caras conocidas, los compañeros de piso de él, ambos
argentinos, ambos peluqueros, ambos pasaron la barrera de los 40, o casi. Foto
para el recuerdo de la banda.
Termina el partido
con los números de la misma forma, eso es bueno para mi amigo, que cerró un más
que aceptable partido. Me voy pitando, llego tarde a casa.
Aparco la moto, dejo
el casco, voy hasta la puerta de casa, entro y Clara no está, pero mi teléfono
movil tampoco. ¿Donde lo habré dejado? ¿Se me habrá caído?¿Que hago ahora?
Salgo a buscarlo.
Me paso todos los
rojos de Torras i Bages, todos con la precaución de que no pase nadie y de no
ver esas dichosas luces azules, de los hombres azules.
Llego al mismo sitio
donde antes estaba la moto, el celular no está en suelo, quizás me lo hayan
robado. Las luces del club ya no hacen su función.
En la puerta del
club le explico a un empleado que me dejé algo en las gradas, no vas ver nada,
pero si queres pasar, pasá, me dice, pero en su acento y con sus palabras, no
estas.
Voy hacia donde
estaba sentado, lo recuerdo bien, eran butacas amarillas, sin manchas, cerca de
las visitantes, lejos de la masa. Voy tanteando
el piso con cuidado, estoy cerca, es esta fila o la otra, no se ve un carajo.
Alzo la vista, casi
decepcionado, haciéndome el coco de lo tarde que llegaba al encuentro con la nena, de que no podía avisarle, seguí
pensando en fracciones de segundos: ¿Donde está la comisaría más cercana? ¿Como
llamo a Vodafone? ¿Perderé mis contactos de la “SIM”? Y mil ráfagas más, pero
mi sorpresa fue mayúscula cuando el artilugio destacaba por su negrura en el
bello color primario.
Evitaré contarles la
alegría de la vuelta a casa y lo difícil que fue trasladarle mi heroica
historia a la muchacha que ya llevaba en casa un buen rato, con fatiga post
laboral y hambre.
Jueves, día que me
veo con Matías casi como si de una ceremonia religiosa se tratara. Este ritual
no sabemos muy bien el día que empezó, pero si que es inquebrantable en un 99%
de las veces, a menos que sea razón de fuerza mayor.
Estábamos cenando en
la rambla de Fabra i Puig (puch para los que no hablen catalán), muy enzarzados
en una discusión, cuando de repente, muy cerquita nuestro, escuchamos a un
hombre mendigar, el “speech” fue duro y largo, el momento inoportuno para los
que tenemos la, llamémosle suerte, de estar sentados, dejemos de lado que esas
personas no saben que además de pudientes, en las mesas, también hay gente que
se está cayendo de la clase media, y se permite el lujo de salir una vez a la
semana a dejarse 10 o 15 euros, lógico que si realmente es verdad la situación
de este hombre, nosotros, en comparativa, somos ricos. Para evitar otro sermón,
y que la charla se nos pierda, saco rápido la billetera y cojo monedas
intuyendo lo que iba a dar. Un mal cálculo de medidas hizo que se me escapara
mi desayuno de mañana, dos euros con cincuenta. Maldigo toda la situación
actual del país, a los putos gobernantes y mi pobre sueldo, que hace que no me
relaje nunca.
Viernes, voy a
buscar a mi princesita, previo paseo por las tiendas, un vaquero gris me tiene
obsesionado.
La etiqueta original
de mi elegido ha sido modifica en varias ocasiones, la última dice que su
precio es 12.99€, y a mi, me cierra.
Pago en caja pero
9.99€. Todo tiene que dar cero. Me acuerdo siempre de esta frase. Me río de mí,
de mi berrinche del día anterior por la “colaboración” errónea, y de la vida,
por qué no.
Sábado, Clara está
terminando un libro de Noah Gordon, yo le cuento que cuando llegué, en el único
departamento que compartí, tenía en una repisa varios ejemplares del mismo
escritor, “El médico” por entonces era un best seller, y “El chamán” tambien.
Ella quiere el
primero, el día esta feo, así que salimos rumbo a Gràcia, por allí, cerca del
piso que les cuento, hay una tienda de libros usados, para mí, no hay que pagar
más de 5 euros por ese libro, Clara piensa que le quito valor a las cosas que a
ella le importan, pero no sabe que no es así, en realidad pienso que no vale
más que eso un libro tan famoso, con tantas ediciones y de tantos años.
De camino se nos
ocurre pasar por mi última Orsai, y por la tienda que nos vendió el maltrecho
regalo del último cumpleaños de su madre. Pero estaba cerrada.
Se me ocurre pasar
por la calle Verdi, recuerdo que cerca del cine había una librería, y si mi
memoria no me falla, había libros de segunda mano.
Estaba la librería,
vendía ejemplares usados, pero de ese autor no encontramos. Un “Martin Fierro”
iluminó mis ojos y colaboró con el regalo para Carlos, mi tío, por sus 57
pirulos.
La lluvia, las pocas
gotas que cayeron, apuraron nuestro paseo, de vuelta a casa se me ocurre pasar
por un sitio de empeños, compra y venta, que cuenta con muchos libros. Allí
tampoco estaba. Uno de Ledesma, del 2009, me gustó, valía 1,5 euros, su valor
original: 18. Me lo llevo. Pago con 5.
No llego a la moto
que mi cerebro me avisa que algo va mal. Aquello de “no cuento el vuelto,
siempre es de más” de Fito Paez, en esta ocasión se iba al garete. Mi tacto
contó 3 monedas y tendrían que ser más. Efectivamente, faltaban 50 céntimos.
Efectivamente, volví a por ellos. Y pobre de que no me los quisieran dar, a
menos de 1 minuto de salir del local.
Por la noche teníamos
pensado cenar carne, las imágenes de un “espeto corrido” en la tele hicieron
que recuerde que hace poco abrieron un par por acá, que pasé y el menú rondaba
los 11 euros.
Sale Clara, motor en
marcha, a ver que tal, a ver si es rico, a ver si se puede recomendar.
Llegamos y el cartel
decía: 15.90€ los fines de semana y festivos. Cuentas rápidas, 30 euros los
dos. Una compra semanal. Mucho. Nos vamos.
Terminamos en una
hamburguesería, bien cenados, Martinis y McFlurrys incluidos, por unos 20 pavos*.
Mañana es domingo (o
sea, hoy), abre el mercado de Sant Antoni, famoso por su rastrillo de libros, discos, pósters, figuritas (cromos) y demás
cosas coleccionables. No se nos puede escapar. Ahí tiene que estar.
Con El País, más
1.95 € regalaban “El secreto de
Christine” de Benjamin Black. Volví a ganar.
Ya por las
callecitas del mercado se olía el gol. Iba a caer en cualquier momento, solo
había que abrir bien los ojos. Estaba allí, tenía que estar. Lo sabía, lo sabíamos.
Noah Gordon, “El
medico” y muchos más, 10 euros, pega en el palo y sale. No pinta nada allí ese
número. Noah Gordon, pero no los que buscamos.
“El médico”, Noah
Gordon, 3 euros, centro a la olla, cabezazo de pique al suelo y a besar la red!
No pueden ganarnos, somos de otra raza, buscamos, nos rompemos el orto, y
premio, la vida a veces tira paredes, solo hay que saber devolverlas.
Para colmo, “El
rabino”, otro título del autor, se ofrecía por 2 euros, abrí la bolsa y poné
bien alto “We are the Champions”, que es lo que somos!
Sol y mar.
Incluidos.
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