La
butaca tiene la misma comodidad que cualquier asiento por el que no se paga. La
altura del respaldo no supera la L1.
Vértebra Lumbar 1. Si la quinta esta tocando la rabadilla por allá abajo, suban
un buen palmo hacia arriba y se darán cuenta.
Es
jueves de un agosto peligroso, verano tardío, noches en calma térmica, pero ojo
con salir a la intemperie al medio día, se corre el riesgo de insolación
prematura.
Si es
agosto, como cada uno de los últimos diez años de mi carrera profesional guión
laboral, salgo a las 14.30hs. , lo que me da mucho tiempo para burlar el plan
matinal de ir a la playa. A no ser que sea estrictamente necesario.
Llegué
a casa del club tocando las cuatro. Anémico. Con lija para acabar con lo primero que se cruzara en la nevera, de
cocción minima.
100
abdominales, piscina, 10 minutos crol, 10 minutos espalda, 5 minutos de charla
obligada con el socorrista rosarino ha sido toda la rutina deportiva de hoy.
Puse
“Edmond”, una peli que hará 5 años Matías alquiló, cuando las pelis se
alquilaban, por su escasa duración, y porque me quedó en el tintero que a mi
amigo le había sorprendido bastante.
Antes
de que una dulce y embriagadora mini siesta me lleve a cerrar las ventanitas
visuales, quedé con Mati sobre la vuelta del partido. Está de pretemporada y
esta tarde/noche se enfrenta al Vilassar en su campo.
Me
olvido, o me pareció poco importante, o que no tenía nada que ver en el
contenido de esa llamada, decirle que al mediodía compré los billetes para
volar a Argentina para las fiestas.
Me
despierto abrumado, rebobino la peli, pongo el agua para los mates, y continuo
viéndola. Se me hizo tan tarde que puedo terminar de verla. Calculé que para
llegar al partido a las ocho y media, necesitaba agarrar un tren en el Clot
tipo 19.30. Son las 19.10hs. , Tengo que ir en moto, otra no me queda.
Atención, no olvidar ni auriculares ni libro.
Llego
bien a la estación, en un miserable minuto sale el tren, para en todas las
estaciones. Me encanta ver el mar desde la ventanilla. Me trae recuerdos del
primer tren regional que cogí junto a mi madre para llegar a Oropesa de Mar,
para el otro lado de donde me estoy dirigiendo.
A
medida que me como las páginas les encuentro más sabor. Será que el escritor
abre un poco más el juego, Araoz deja de ser un completo desconocido, tiene
algo de pasado, no solo su adicción al cigarrillo.
Bajo en
la parada correcta. Siempre que paso por acá recuerdo una pegatina en la heladera de mi casa, aquella nevera
Motorola, con un motor de mil demonios, de puerta mega dura, anti atracones de
media noche, con manija alta para lo enano que era en aquel entonces,
descascarada su pintura, los stickers hacían la función de disimular la edad
del electrodoméstico. Eran los años 80. Entre las calcomanías que más recuerdo
están una de Mickey Rourke, muy joven, con puño vendado, creo que rezaba
“Llámame si me necesitas”, una de Lennon, horrenda, de esas que vendían los ex
adictos en el colectivo, esta decía “yo me drogué y …” algún comentario absurdo
y negativo, unas de “Barcelona mes que mai”,
y esta rara de Vilassar de Mar, donde una torreta se erguía en la foto.
Entre otras tantas.
Sigo el
itinerario, recto por la carretera que bordea el mar y subo por la carretera de
Argentona, serán como diez calles de largo por otra decena para el lado de la
montaña. En el camino admiro las casas con jardín delante, todo un sueño.
Llego
puntual, hay poca gente en las gradas, nadie me cobra para entrar, vamos bien,
me quedan 15 minutos para que empiecen a decir los nombres de los jugadores por
megafonía, voy a seguir con la historia que tengo entre manos, estamos cada vez
más cerca de saber que pasó con Perlassi, aquel jugador que por alguna razón
tanto inquieta a Ezequiel.
Miro el
reloj que marca la hora del partido, en la cancha, en el césped, artificial,
recién regado, si, se riega, unos preparadores físicos colocan conos, pelotas y
otros artefactos, al parecer saldrán tarde a calentar.
A las
20.45 salen todos los locales, ropas de entrenamiento, me irrita no saber nada,
ni cuando empieza, ni si mi amigo va de titular. Le mando un mensaje de texto a
modo de testigo de mi momento, sé que él no puede leerlo, pero me pregunto si
acaso la comitiva visitante llega con retraso.
Son las
9 en punto, creo que ya es hora de que estos pibes se vayan para el vestuario a
cambiar, de que empiece el partido. Que poca gente hay.
A las
21.10 se me ocurre fisgonear un poco la cuenta de Twitter del club local, a ver
si informan de este contratiempo. El último post es de cinco minutos atrás,
dice algo asi: “Empate de @UDAGramanet, Moha. Primer gol recibido del
temporada”.
¿Cómo?
¿Qué
pasó?
¿Dónde
estoy?
¿Dónde
se esta jugando?
Salgo
corriendo, nunca se me ocurre preguntar nada a los otros seguidores que estaban
tímidamente esparcidos por la tribuna, veo otros reflectores a pocos metros.
¿Será la cancha de al lado?
No, es
un gimnasio. ¿No es éste el campo?
Calma.
Vamos a ver la página web de la institución, vamos a ver si acaso en Twitter
dicen donde están jugando. Benditos telefonitos, a veces es tan lindo tenerlos.
Sobre todo para no hablar con nadie y autogestionarse.
La
cuenta oficial del @CEVilassar aclara en su enunciado “Bla bla bla Vilassar de
Dalt” y la reputísima madre que lo parió! Estoy en la población de abajo. Miro
el reloj y ya terminó el primer tiempo. Me voy hasta la carretera, miro hacia
la montaña, parece que la torreta de la calcomanía esta por allá, en una
montaña, también puedo divisar un polígono industrial, creo que hay un
supermercado grande, ahí están las únicas cuatro torres de luces encendidas de
la zona. Hay mucho camino hasta allí. Esta por comenzar la segunda parte. Tomo
la determinación de mandarle otro sms a mi amigo, “Lo siento, soy un boludo, me
equivoqué de pueblo, me voy para casa, hablamos!”
Me
vuelvo a colocar los auriculares y emprendo la marcha hacía el muy oscuro mar,
riéndome de la tontería que me pasó. Fastidiándome más por las ganas de verlo
patear la pelota, con lo bien que lo hace, que por los siete Euros y medio que
me dejé en dos horas para nada. Para nada no, tuve una tarde muy relajada de
lectura.
La
vuelta paso rápido, tenía un par de llamadas de mi tía, que por vergüenza, no
atendí en el tren. La
Meridiana estaba vacía, llegué rápido y fresquito a casa.
Fue dar
un paso dentro del departamento y Matías me llama, no cuestionó mucho mi mala
suerte, me invitaba a cenar por ahí con su ex compañero, Javi.
Ya en
la pizzería, más tranquilo, me encontré brindando por esta reunión. Por otro
Jueves Cobarde. Y porque había sacado los pasajes, creo que allí radica la paz
interior que me dominó en todo el asunto.
Nada
como pensar en la cercanía de los tuyos, a sabiendas de todos los quilombos que
vendrán por esos días. Las fiestas nunca son su título, pero cada año nos da la
revancha de poder mejorar la anterior.
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