domingo, 11 de agosto de 2013

Va de cambios



La butaca tiene la misma comodidad que cualquier asiento por el que no se paga. La altura del respaldo no supera la L1. Vértebra Lumbar 1. Si la quinta esta tocando la rabadilla por allá abajo, suban un buen palmo hacia arriba y se darán cuenta.
Es jueves de un agosto peligroso, verano tardío, noches en calma térmica, pero ojo con salir a la intemperie al medio día, se corre el riesgo de insolación prematura.
Si es agosto, como cada uno de los últimos diez años de mi carrera profesional guión laboral, salgo a las 14.30hs. , lo que me da mucho tiempo para burlar el plan matinal de ir a la playa. A no ser que sea estrictamente necesario.
Llegué a casa del club tocando las cuatro. Anémico. Con lija para acabar con lo primero que se cruzara en la nevera, de cocción minima.
100 abdominales, piscina, 10 minutos crol, 10 minutos espalda, 5 minutos de charla obligada con el socorrista rosarino ha sido toda la rutina deportiva de hoy.
Puse “Edmond”, una peli que hará 5 años Matías alquiló, cuando las pelis se alquilaban, por su escasa duración, y porque me quedó en el tintero que a mi amigo le había sorprendido bastante.
Antes de que una dulce y embriagadora mini siesta me lleve a cerrar las ventanitas visuales, quedé con Mati sobre la vuelta del partido. Está de pretemporada y esta tarde/noche se enfrenta al Vilassar en su campo.
Me olvido, o me pareció poco importante, o que no tenía nada que ver en el contenido de esa llamada, decirle que al mediodía compré los billetes para volar a Argentina para las fiestas.
Me despierto abrumado, rebobino la peli, pongo el agua para los mates, y continuo viéndola. Se me hizo tan tarde que puedo terminar de verla. Calculé que para llegar al partido a las ocho y media, necesitaba agarrar un tren en el Clot tipo 19.30. Son las 19.10hs. , Tengo que ir en moto, otra no me queda. Atención, no olvidar ni auriculares ni libro.
Llego bien a la estación, en un miserable minuto sale el tren, para en todas las estaciones. Me encanta ver el mar desde la ventanilla. Me trae recuerdos del primer tren regional que cogí junto a mi madre para llegar a Oropesa de Mar, para el otro lado de donde me estoy dirigiendo.
A medida que me como las páginas les encuentro más sabor. Será que el escritor abre un poco más el juego, Araoz deja de ser un completo desconocido, tiene algo de pasado, no solo su adicción al cigarrillo.
Bajo en la parada correcta. Siempre que paso por acá recuerdo una pegatina en la heladera de mi casa, aquella nevera Motorola, con un motor de mil demonios, de puerta mega dura, anti atracones de media noche, con manija alta para lo enano que era en aquel entonces, descascarada su pintura, los stickers hacían la función de disimular la edad del electrodoméstico. Eran los años 80. Entre las calcomanías que más recuerdo están una de Mickey Rourke, muy joven, con puño vendado, creo que rezaba “Llámame si me necesitas”, una de Lennon, horrenda, de esas que vendían los ex adictos en el colectivo, esta decía “yo me drogué y …” algún comentario absurdo y negativo, unas de “Barcelona mes que mai”,  y esta rara de Vilassar de Mar, donde una torreta se erguía en la foto. Entre otras tantas.
Sigo el itinerario, recto por la carretera que bordea el mar y subo por la carretera de Argentona, serán como diez calles de largo por otra decena para el lado de la montaña. En el camino admiro las casas con jardín delante, todo un sueño.
Llego puntual, hay poca gente en las gradas, nadie me cobra para entrar, vamos bien, me quedan 15 minutos para que empiecen a decir los nombres de los jugadores por megafonía, voy a seguir con la historia que tengo entre manos, estamos cada vez más cerca de saber que pasó con Perlassi, aquel jugador que por alguna razón tanto inquieta a Ezequiel.
Miro el reloj que marca la hora del partido, en la cancha, en el césped, artificial, recién regado, si, se riega, unos preparadores físicos colocan conos, pelotas y otros artefactos, al parecer saldrán tarde a calentar.
A las 20.45 salen todos los locales, ropas de entrenamiento, me irrita no saber nada, ni cuando empieza, ni si mi amigo va de titular. Le mando un mensaje de texto a modo de testigo de mi momento, sé que él no puede leerlo, pero me pregunto si acaso la comitiva visitante llega con retraso.
Son las 9 en punto, creo que ya es hora de que estos pibes se vayan para el vestuario a cambiar, de que empiece el partido. Que poca gente hay.
A las 21.10 se me ocurre fisgonear un poco la cuenta de Twitter del club local, a ver si informan de este contratiempo. El último post es de cinco minutos atrás, dice algo asi: “Empate de @UDAGramanet, Moha. Primer gol recibido del temporada”.
 ¿Cómo?
¿Qué pasó?
¿Dónde estoy?
¿Dónde se esta jugando?
Salgo corriendo, nunca se me ocurre preguntar nada a los otros seguidores que estaban tímidamente esparcidos por la tribuna, veo otros reflectores a pocos metros. ¿Será la cancha de al lado?
No, es un gimnasio. ¿No es éste el campo?
Calma. Vamos a ver la página web de la institución, vamos a ver si acaso en Twitter dicen donde están jugando. Benditos telefonitos, a veces es tan lindo tenerlos. Sobre todo para no hablar con nadie y autogestionarse.
La cuenta oficial del @CEVilassar aclara en su enunciado “Bla bla bla Vilassar de Dalt” y la reputísima madre que lo parió! Estoy en la población de abajo. Miro el reloj y ya terminó el primer tiempo. Me voy hasta la carretera, miro hacia la montaña, parece que la torreta de la calcomanía esta por allá, en una montaña, también puedo divisar un polígono industrial, creo que hay un supermercado grande, ahí están las únicas cuatro torres de luces encendidas de la zona. Hay mucho camino hasta allí. Esta por comenzar la segunda parte. Tomo la determinación de mandarle otro sms a mi amigo, “Lo siento, soy un boludo, me equivoqué de pueblo, me voy para casa, hablamos!”
Me vuelvo a colocar los auriculares y emprendo la marcha hacía el muy oscuro mar, riéndome de la tontería que me pasó. Fastidiándome más por las ganas de verlo patear la pelota, con lo bien que lo hace, que por los siete Euros y medio que me dejé en dos horas para nada. Para nada no, tuve una tarde muy relajada de lectura.
La vuelta paso rápido, tenía un par de llamadas de mi tía, que por vergüenza, no atendí en el tren. La Meridiana estaba vacía, llegué rápido y fresquito a casa.
Fue dar un paso dentro del departamento y Matías me llama, no cuestionó mucho mi mala suerte, me invitaba a cenar por ahí con su ex compañero, Javi.
Ya en la pizzería, más tranquilo, me encontré brindando por esta reunión. Por otro Jueves Cobarde. Y porque había sacado los pasajes, creo que allí radica la paz interior que me dominó en todo el asunto.
Nada como pensar en la cercanía de los tuyos, a sabiendas de todos los quilombos que vendrán por esos días. Las fiestas nunca son su título, pero cada año nos da la revancha de poder mejorar la anterior.

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