Todo por lo visto se remonta al décimo aniversario que
pasamos. En aquel entonces ella se había quedado maravillada con el "Love
Hotel" reservado, con jacuzzi en el interior de una bella habitación con
cama redonda. Uds. saben de lo que les hablo.
Para nuestro siguiente aniversario, el de este año, yo me
encontraba muy mal, muy posiblemente estaba con un virus de fama mundial en mi
interior, no obstante, ya teníamos reserva, casualmente, en la misma
habitación. Mi regalo hacía ella, además de letras que solo están en papeles
que ella conserva (imagino), fue el vale por un casco nuevo con intercomunicador
a elegir. La idea era retomar la ruta, volver a sentirnos libres, y quizás
ahora, con menos deudas, podríamos hasta permitirnos quedarnos en posadas o albergues
que encontráramos por la zona visitada.
Su regalo lo fue todo. La muy competitiva me regaba su
prado. Su fértil paisaje donde sembrar la idea de un tercero, un deseo muy
profundo, añorado y querido.
Es triste admitirlo pero mi forma de ser no se permite
emocionarse, o al menos no exteriorizar el sentimiento. El ego que de a poco
intentaré intensamente matar.
En resumidas palabras, se abría la vía para ponernos en la
mágica tarea de buscar un hijo.
La imagen viva, tenue, empañada, fogosa se va desenfocando
dejando a los personajes en su intimidad. Fundido a negro.
Allá por marzo andaba con las ganas de un tatuaje. En
realidad la oración no está bien formulada porque las ganas de tatuarme están
siempre, de hecho hay sitios en mi cuerpo que ya tienen reservado su espacio
para el diseño imaginado. Por tanto, en esos días lo que pasó fue que junté las
ganas para juntarme con el tatuador. Tenía ganas de conocerlo por su obra, y
para comentarle mi idea sobre la nostalgia por Rosario. Me dijo que le tirará 4
líneas donde pueda ver algún objeto o idea y se ponía a trabajar en ello.
Nuevo fundido a negro, negro desesperanza. El ya famoso
Corona Virus se presentaba ante todos nosotros para, por lo visto, quedarse
campando a sus anchas por tiempo indeterminado.
Todo se llenó de una desolación sin precedentes en la
realidad de nuestro planeta, llegándose a comparar con la peste.
Todos, confundidos, entramos en una cuarentena imposible de
imaginar ni por las mentes más brillantes de libros de terror o de guionistas
de películas de desastres naturales. La ciencia ficción se vio una vez más
derrotada por la realidad.
En eso, sin saber como íbamos a seguir con nuestra vida
laboral o con nuestra vida social. Tanto se alteró la cosa que las familias no
se pueden ver, los amigos menos, los abrazos parecen cosa de otros tiempos, la
alarma nos metió a todos, sin excusas, adentro de nuestros refugios, sin
distinción.
Eso que se veía que ocurría en China y uno pasaba de los titulares
ahora estaba acá, en la mismísima Europa. Y uno que tiene gente del otro lado
del charco, desde la cueva, intentaba abrir los ojos y las conciencias, esto
iba para allá, no sean como nosotros acá, presten atención, ganen tiempo, y
vayan tomando precauciones. Finalmente llegó. Por suerte tomaron varias medidas
preventivas y padecieron el principio de la pandemia de una forma más apacible.
Fue un mes muy desconcertante, de mucha tristeza, soledad y
bucolismo. Las calles desoladas, la gente sin verse y la economía que empezaba
a sangrar. En lo que respecta a cada uno, cada cual contará su historia, pero
seguro que se encontró consigo mismo en algún momento, para bien o para mal.
Esto que nos pasó, indudablemente nos va a cambiar como seres humanos. Repito,
a cada cual en la medida que sea.
Luego de contar muertos por centenas y contagiados por
millares, la cosa se empezó a estabilizar o quizás que empezamos a aprender a
vivir con ella. Nos mentalizamos de las cosas que se pueden hacer y las que no,
de los riesgos inútiles que no valen la pena correr, pero sobre todo comenzamos
a distanciarnos de aquellas personas que realmente no entienden la dimensión de
la problemática. Hay muchas cosas buenas para rescatar de este tiempo y esta
pandemia, en lo personal y en lo social. Pero siempre estará ese que se sigue
cagando en el prójimo, ese que se siente en un castillo de cristal, intocable y
superior. De ese hay que alejarse. De ese y del ignorante que, por poner un ejemplo
de miles, anda con guantes todo el día.
Tranquilizados de saber que estamos haciendo las cosas bien,
de entender un poco más la situación y de sacarnos algunos miedos fomentados
por la desinformación, nos pusimos a la carga nuevamente. Otra vez intimar sin
fronteras entre nosotros que nos alejen de nuestro futuro.
Comenzó la desescalada, mejores medidas llevaron a que la
ciudad, de a poco, comenzará a retomar el curso, que las calles se empiecen a
repoblar y la actividad comercial vuelva. En eso, el estudio de tatuajes.
Hermosa mañana soleada, tomé el metro por primera vez en dos
meses, con una sensación muy rara, la de que la ciudad ahora pertenece a los
que vivimos en ella y no la horda imparable de turistas que recepciona
diariamente. Vacío los vagones, vacíos los andenes y aún despobladas las
calles, llegué al encuentro de mi nuevo tatuaje.
Un diseño exquisito, una idea realmente lograda, una imagen
con mucho sentimiento, un retrato certero. Manos a la obra, motores en marcha,
sangre y tinta fundiéndose al ritmo del profesional. Yo feliz.
Charlamos durante toda la sesión, amenamente, con la fortuna
de sabernos los dos de allá, con todo lo que eso tiene, y de ser moradores
ahora, de la misma ciudad. Tres horas más tarde emprendía el camino de vuelta a
casa.
Al llegar, tope de contento, le explicaba a ella, mi
compañera de confinamiento y vida, mi experiencia, pero me vi interrumpido en
la mitad de mi relato con un test de embarazo que tenía dos líneas dibujadas.
Una emoción desconocida se instauró en mi. Nuevamente mis
sentimientos no asomaron al exterior. Nos abrazamos con los ojos chispeantes y
envueltos en tímidas lágrimas. las siguientes horas me quedé mirando el cielo
sin verlo. Completamente abstraído. Pensamientos venían y se posaban como los
pájaros de la terraza, por muy poco tiempo.
Quizás esa es la levedad del ser, cuando sos sin ser, cuando
estas sin estar.
El tatuaje que ahora descansa en mi brazo será siempre un
dulce recordatorio que va a neutralizar la nostalgia de su mensaje.
La levedad del ser ante la contundencia de otro ser ke irrumpe en el encuentro de dos seres ke se quieren..un formidable cross a la mandibula de este año ke vivimos en peligro...eso es el deseo encaramado en el amor...
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