martes, 1 de mayo de 2012

Un mes, otra vida


Me asome sigiloso, como gato que aguarda que esa cucaracha que esta patas arriba se de la vuelta. Me terminé de duchar y ha sabiendas de que me había prometido esto cuando llegará el mes, he de confesar que tuve miedo.
Terror de que el dibujo sea horrible, de que la terrible imagen se repitiera una y otra vez en mis sueños convirtiéndolos en pesadillas.
Espere que se disipara el vaho que aun tapaba el espejo, aproveche para terminar de secarme el pelo, todo esto, por supuesto, dándole mil vueltas a la cabecita, esta hermosísima rueda de ratón que no para de dar vueltas.
Hablando de eso, hay dos grandes antitesis que se juntan en una acción. Al fumar marihuana se busca borrarse de todos los entresijos que el cerebro nos tiene preparado, pero cuando uno esta en medio del globo no hace más que aumentar su capacidad de ingenio, cada cosa que ocurre adquiere otra connotación elevándola a una potencia indescriptible, después de esto, después de haber tirado todos los lastres, haber visto las nubes desde arriba, se apaga el fuego y el descenso no se torna vertiginoso, pero si real.
Terminé de enrollar el cable al aparato de marca Atma, pequeño y (toquemos madera) duradero, me saqué la camiseta que acababa de ponerme y haciendo malabarismo entre los cristales de dos espejos logré la no tan deseada visualización del espectáculo.
No es muy grande, será como mi dedo meñique, es vertical no tan recta, muchas veces parece embarazada, tiene mil puntitos ínfimos a su alrededor.
No sé si la quiero aun, pero me lleva siempre al tema “Cortarla y olvidarla” de La Renga.
Seguramente como dicen todos es para mejor, hoy escribo que hay cosas que me siguen doliendo, más allá de lo físico, lo contrario. El orgullo de ser joven y padecer esto, el temita de habérmelo hecho por un trabajo y no por un amor, saber que siempre llevaré la marca y tendrá una historia, una larga y entretenida aventura sobre las alucinantes visitas a doctores inútiles, ratas como manda la ley que han preferido seguir los pasos equivocándose cada vez hasta llegar a la última posibilidad, terrible rata yo, que con mi estilo de vida siempre deje atrás la idea de invertir en salud por otro tipo de salud como viajar, comprar, disfrutar del dinero que a la vuelta de la historia nos termina aconsejando que una mutua hubiera sido una gran opción. Que me quiten lo bailado, y baile bastante. Ese minúsculo nuevo habitante de mi cuerpo va ir a todos lados conmigo a partir de ahora, cubre la falta de algo y la esperanza de mejora. Retiene la rabia para que no se escape e ilumina el nuevo cariño que he de tener por los movimientos que ahora lentamente tengo que asumir. Cierra una etapa, por tanto abre otra. Cancela toda idea de fuerza igual a belleza por un tiempo, congela mi figura hasta nuevo aviso.
El tiempo me llevará a muchos lugares, a pensar mejor, a pasar mejor, a pasear mucho mejor, el tiempo me devolverá a donde quiera él que yo vaya, y estaré encantado de ir.
Ha pasado un mes con todos sus días. Un amigo repite al verme: y pensar que ya pasamos lo del hospital. Si tiene razón. Era lo que quería y lo tengo. Corrijo: era lo que quería después de… y lo tengo.
No lo quería antes de…. Osea que hay que asumir lo que nos toca, sacar pecho y gritar bien fuerte (como Federico Lupi en “Rosarigasinos” AKA “Presos del olvido”): SOY CANALLA!
Así que me baje la camiseta, volví a la habitación para que me pongan la odiosa crema y me dispuse a dejar de pensar más en todo esto, hasta ahora.
Me cicatriz no me gusta, pero algún día nos haremos amigos (no antes del 20 de julio, no sabría que comprarle)

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