Tengo 69
años.
Para
muchos morí hace 42, pero ese es el beneficio de unos buenos contactos.
El mundo
es generoso, siempre lo pensé, no me puedo quejar. No tolero que me llamen
hippie por vivir en Formentera, por vender alguna artesanía, por ser paciente a
la hora de pescar, ni porque me vean detrás de la iglesia de Sant Francesc
garabateando algo, intentando algún poema.
He
aprendido a llevarme bien con mi compañera, la soledad. Me busqué un lugar de
poca concurrencia, difícil de transitar, si bien es cierto que cada vez me
cuesta más trabajo pedalear, vivir en La Mola tiene muchas ventajas. Los
inviernos quizás sean peores a la hora de “rebuscárselas” con la comida, pero
los prefiero mil veces a los tediosos veranos, donde es más simple encontrar
una moneda, pero más difícil alejarse de un humano.
Tuve la
suerte de estar acompañado de muchas mujeres a lo largo de mis años, ahora es
menos frecuente que ellas vengan (¿a quien le gusta un viejo fláccido?),
confesaré a su vez, que las primeras fueron preciosas, me llevaron a lo mejor y
lo peor. Vibraciones y sensaciones que no se volvieron a repetir, y
frustraciones que solo el buen whisky pudo borrar, o adulterar, a la hora del
paso de sus imágenes por mi memoria.
Les
recomiendo fehacientemente llevar una manzana en vuestras mochilas cuando vayan
de excursión al faro, una manzana para los preciosos lagartos que se les
acercaran, y una mantita, o pareo en caso de que se queden a ver la puesta del
sol. No hay experiencia más agradable que meterse en lo profundo de la noche,
de esa oscura intensidad que se verá sesgada cada 12 segundos, pero que los
restantes, desnudarán a estrellas pomposas, engalanadas, cercanas como deseos, destellos primarios de explosiones que
permanecen, solo, para nuestros ojos.
Me quedé
con la imagen de esas luces, y me llevó a rememorar viejos “viajes”. Cuanta
droga corrió bajo nuestros pasos por aquellos días. Estábamos en el momento
preciso, en el lugar adecuado. Todo evolucionaba tan rápido, como ahora las
tecnologías, un día estabas fumando hierba, al otro secando hongos y en menos
de un año, eras experto en opiáceos. El tabique de tu nariz temblaba al entrar
en un nuevo bar. Nunca pude con la heroína, no me hacen gracia las agujas. En
cambio, de barbitúricos puedo escribir una enciclopedia. Así y todo, los nuevos
opioides seguro que atropellan a los gentiles de aquella época.
Fue
difícil soportar el peso de la existencia. Por eso decidí marcharme, pero no había lugar en el mundo
para mí, o al menos, para quien era. Aquí me dicen “el viejo creciente”, lo heredé de
una oda a la luna que dediqué. Unos parroquianos la escucharon y así me
bautizaron, pero prefiero que me llaméis Mojo, como la salsa canaria.
Ahora
veo fotos y mi apacible sangre se altera, entra en hervor. Ese freno de mano que
eché, no impide que mis ganas se detengan, lo hice por el bien de todos. Ella
no se merecía aquello. Con ellos ya estaba hablado, acabaríamos lo que teníamos
entre manos y me largaría, y yo, tampoco estaba bien, no tenía paz, mis
demonios eran más fuertes. Esos retratos siguen sorprendiéndome, estaba tan
vivo y su vez, tan en otro lado.
Pam
escapó un par de años después de que mi ida se disipara. Su recorrido fue
corto, pero para siempre, cuando estábamos en Paris. “Ese caballo no es digno
de galopar” le decía más de una vez en clave poética, pero su mente necesitaba
ese traqueteo, ese repique de herraduras sedosas que resbalaban por sus venas.
No les
voy a negar que no extraño la música, cuando tengo ocasión, en esas “jams”
trasnochadas que surgen de improviso en la plaza de Sant Ferran, al costado de
la fonda, cojo alguna maraca o similar y trato de seguir el ritmo, aún le gano
en este pulso al tiempo, si bien lo mío era cantar, ahora lo dejo para la
intimidad de la bañera.
El primer albúm me resulta inigualable, en la factura, en la frescura, no creo que en los años que me quedan por delante pueda siquiera, acercarme a uno de esos temas, pero si que me puedo permitir en este espacio dejar una íntima confesión: "Waiting For The Sun" es mejor que "L.A. Woman". Sí, el río sabe.
El primer albúm me resulta inigualable, en la factura, en la frescura, no creo que en los años que me quedan por delante pueda siquiera, acercarme a uno de esos temas, pero si que me puedo permitir en este espacio dejar una íntima confesión: "Waiting For The Sun" es mejor que "L.A. Woman". Sí, el río sabe.
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