viernes, 18 de diciembre de 2015

una visión

Estaba por los Pirineos (Via Huesca), preciosos parajes como los de Ainsa. Iba trazando curvas y solo en mi cabeza figaraba aquel dead-line que se me aproximaba. Pronto sería el partido homenaje, y su hijo, loco total, planteó que le escribamos algo, para que cuando llegáramos al campo lo quemáramos en una ardiente vasija. Seguía jugando con el embriague, concentrado a los espejitos, pero la película era otra.
Como es posible que haga eso? Escribir para que nadie lea? Escribir para que sea un acto de fé inmenso? Porque no me digan que no es raro, al menos que lo lean ellos, los familiares, y luego quemarlo, como los espias en la Guerra Fría. Pero por otro lado, que puede haber más honesto que ese gesto, dejar en comunión a tu alma con las ansias de que realmente el receptor único logre dar con tu mensaje.
Días despues del partido quedé para comer con ellos, pero como ocurre siempre y por algo, no pude acudir a la hora acordada, el padre de mi novia se había estampado en la carretera, y no teniamos más noticias de que se lo habían llevado en helicóptero, con riesgo de perder la vida y/o una pierna. Estaba justificado.
Pero no obstante, hice el esfuerzo por la noche de contactar con ellos, y verlos para tomar algo, en petit comité.
Sorpresas varias, como lo llevan de bien, amén de que la murga va por dentro, como son de "echaos palante", y sobre todo, ver las cenizas de mi amigo en su habitación. La verdad, imagen de shock. Me quedé en blanco, pensaba que haría yo, que haría mi mujer, que esta bien, que esta mal, mil cosas, pero al final, sosegado, dí con la respuesta con el hijo al lado, me dijo: "da igual donde esten las cenizas, yo sé donde está mi padre. Conmigo". Épico.
Todas estas lineas en realidad vienen a cuento de lo que me pasó el otro día, hospedandome en la casa de mis amigos de Madrid. En plena noche me asaltó un sueño (seguro que como siempre, pero siempre no los recuerdo, y menos, tan bien como éste). En él estaba Manolo, me dijo al verme que le habían dado 3 horas más de vida, y que había decidido pasar a saludar a toda la gente que de verdad había sufrido con su desaparición. Me sentí halagado al escuchar esas palabras, por regla de tres simple, yo era importante o había sentido mi pesar. Pudimos charlar 5 minutos, de Central y la gran campaña del torneo anterior, del trabajo, de Mati, Pepo, y su familia, y cuando llegamos a ese punto me dijo que se tenía que ir.
Que poco duró pensé, y no pude aguantarme las fuerzas de salir tras él, lo alcancé en una esquina, y a los pocos metros lo ví encontrarse con su familia, los abrazó como oliendolos, como lo hace una gata con sus cachorritos. Juntos sin separarse entraron a un buen restaurant, y ahí los dejé.

Me desperté, me sequé las lágrimas, y me propuse no olvidar el sueño. Se lo conté a mis amigos, luego, al llegar a casa, a mi novia, que me dijo: "es la despedida que te faltaba, ahora vas a estar mejor".
Eso espero.

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