martes, 23 de abril de 2013

Rojo y verde



Soy un dragón que expulsa aire por la nariz e inhala el fuego.
Tú la rosa más espinada que pude tocar.
Es parte de mi naturaleza, por tanto voy quemando mis entrañas por dentro, hasta que un día llegue al corazón, se caliente y a su vez, perezca.
Toda roja y engalanada, es vivaz tu disfraz, bailas con el viento y no te dejas cortar.
Esto quita de la escena a cualquier santo, esas personas no existieron como tal, los llenaron de fabulas después, en el año 3000, probablemente cualquiera que no perezca a una comunidad virtual sea condecorado de la misma manera.
Como llegará esta historia a unir a un reptil gélido y huraño, con una tierna flor es lo que juntos tenemos que descubrir.
Al no haber héroes con espadas, al no haber doncellas que salvar, solo resta que alguien explique por qué la naturaleza unió a dos seres tan distintos.
Tú estabas en tu campo, junto a otras que pinchaban menos pero sus colores cambiaban con la lluvia.
Yo echaba fuego por la boca, volaba alto y mi postura amenazante se relajaba solo al dormir.
Con tanta tierra a tus pies nunca hubieses visto ni mi nido, ni mis escamas.
Seguramente tu rojo se fundió en mi vista con otros rojos que desde arriba no pude separar.
El mismo día que decidí bajar a tierra a ti te dio por salir del capullo, aplastaba todas las hierbas y flores que encontraba a mi paso sin importarme lo más mínimo su existencia.
De lejos tu olor hizo conexión con mis cavidades sobre la boca. No podía evitar esa llama tan viva, pero tu aroma me seducía.
Opte por tratar de expulsar lo menos posible, pero todo era en vano, el chorro se apartaba de mis labios de 5 a 10 pasos hombre.
¿Como podía hacer para acercarme y no carbonizarte?
La decisión complicada tuvo guarida en mi cuerpo, practiqué soplar aire por el hocico, y succionar toda naranja alquimia. Desde la campanita hasta el esófago, todo se fue calcinando, primero ampollas, después rojo sangre y luego cuero negro, de a poco seguí progresando.  
Tus pétalos no podían extenderse más, los pigmentos estaban radiantes con la fina capa de rocío que acariciaba tu piel.
Pasé toda la noche al lado tuyo, sin poder tocarte como pensaba.
Te cerraste como un girasol, en parte por protección, en parte por seducción.
Ya no importaban los pensamientos, de alguna manera a ti te hacia bien mi sombra fresca y a mi, tu color, tu belleza jovial y tu olor.
Cortarte sería un delito, siempre lo entendí. A veces se me escapa y te quemo, y otras, no te das cuenta y te acercas tanto que me pinchas.
Pero por alguna razón yo se que tu estas tramando hacer de mi abominabilidad  un terruño donde posar tus semillas, y yo, conseguir una urna de cristal para mantenerte dentro de lo salvaje pero intacta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario