viernes, 6 de abril de 2012

Operación: Operación


Preámbulo.

Llegamos, en coche. De "estranguis", era la vaga.
Hacia un día irrepetible como tantos otros.
La admisión fue fácil. La mía y la de la administrativa que nos dio de alta.
Como si de un hotel se tratara, te explican el confort y los horarios, pero no te dan llave ni tarjeta. Te cuelgan una pulserita “all inclusive”. Barra libre de analgésicos.
El primer pinchazo de la semana es para un banco de sangre, nadie me había avisado o sea que si alguien fue receptor de mi fluido, también ha sido benefactor de los residuos de una exquisita marihuana que la noche anterior se coló en el concierto que AC/DC simulaba estar en River, pero estaban en casa.
Salimos a tomar aire, más bien, envión.
El parque lucia raro, triste, patio de desocupados.
Los llamados finalizaron minutos antes de que aceptara mi nueva vestimenta.
La cena esta servida. Clara se sube a la cama y yo a un sueño que durará más o menos 3 días.

Capitulo 1.

No son las ocho. Matías se asoma sonriente por la puerta, creo que ya estoy duchado con un avinagrado desinfectante. El vecino de habitación duerme placidamente, hoy es el último de sus 45 días de cautiverio. Sus marcas muestran la batalla librada. Lo reclutaron 5 veces para el quirófano, siempre en primera línea.
Camaleonicamente mi bata ahora sube de tono. Indica: ahí va.
Aparcan otra cama junto a la caliente. Su conductor, un rockero "old fashioned", tiene muy buena onda además de un curioso olor a quintillo.
Brevemente conversamos sobre ese estilo de música que tanto nos gusta, me pregunta si conozco Rata Blanca, le retruco que hace un tiempo los vi junto a Barón Rojo en un pueblo perdido de Albacete, levanta la mano con forma de “cuernitos”. Hemos conectado. Me subo mientras escucho que le da instrucciones de uso, del hospital a lo que queda de Clara y un atento Irace. Comienza el viaje. Voy del revés, con la cabeza delante, mirando las greñas del rocker, por mis “wines” no hacen mas que pasar imágenes veloces, voraces, coloridas, silenciosas.
Frena. Beso su boca, me besan la frente. No puedo sacar las manos de debajo de la manta. Al final de la habitación hay como un buzón, como la boca de un horno de pan.
La cama clava sus ruedas en la guía. Mi cuerpo pasa a otra atmosfera. El pelilargo se queda de un lado de la cristalera que no es el mío. Asoma la cabeza y grita: Rata Blanca!!!

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