
Pobre infeliz, una vez le dijeron que la gente no es gente, sino que son personas. Algo extraño que tendría que asimilar si se quería adentrar en el mundo de las relaciones humanas. Cuando metemos a un grupo de gente en un mismo saco y les llamamos “conformistas” deberíamos pararnos un momento y analizar persona por persona el grado de conformidad. Llega un punto entonces en el que dices “ ¡No! Si a mi no me gusta generalizar...” pero todos caemos una y otra vez, hacemos sacos y sacos, al final todos quedamos en el mismo saco, un saco en el que nada bonito habrá dentro.
Hablando de personas, una vez le dijeron que no confiase en extraños, pero un extraño le cambió la vida de un día para otro, algo fugaz y plenamente satisfactorio. El confiar o no en una persona es algo que va agarrado del momento, según en que situación emocional te encuentres confiarás más o menos en los extraños. Hay veces que cualquier persona parece acuchillarnos por la espalda cuando nos damos la vuelta, pero en realidad la mayoría de veces somos nosotros el problema, nos cerramos a todos y sólo dejamos entrar un poco de oscuridad, para que termine de rematar el día y acabemos por la noche diciendo “vaya mierda de día que he tenido” .
Hablando de sentimientos, una vez le dijeron que no se fiase de las primeras impresiones, que el amor no es amor si de verdad no pasa unas pruebas que determina el tiempo. Pero nunca hace caso, nunca hace caso a lo que le dicen, le cuesta mucho confiar en la gente porque le han dado motivos para desconfiar. No puede creer lo que le dicen porque las palabras han perdido sentido en el diálogo diario.

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